martes, 27 de agosto de 2019

Recordando A las ocho, en el Thyssen...

Si eres de las lectoras que me siguen, sabrás que lo mío son las novelas históricas... casi siempre, aunque es verdad que algunas de las que tengo, mezclan pasado con presente. Sin embargo, en esta ocasión, la novela está ambientada en la actualidad. ¿La habéis leído? Si no lo habéis hecho, quizá con este trocito que os pongo aquí queráis darle una oportunidad. Y si quieres leerla en catalán, también puedes hacerlo, porque el pasado 23 de abril, Selecta publicó su versión en esta lengua.



A LAS OCHO, EN EL THYSSEN 

Amarrada a él como estaba, Lucía se anticipó a Alex metiendo su brazo entre ambos cuerpos y hundiendo la mano en sus pantalones para acariciarlo por encima de la tela del bóxer. El gemido de Alejandro le sonó a música. Notó a su vez la mano de él hurgando entre sus piernas, luego un tirón acompañado de un leve rasgar de tela, y la braguita del conjunto de Intimissimi pasó a mejor vida. 

Justo en ese instante, alguien aporreó la puerta. 

Se paralizaron ambos. En la oscuridad, respirando entrecortadamente, cada uno de ellos maldijo semejante interrupción. 

La llamada se repitió, ahora era apenas un sonsonete de nudillos sobre la madera, y Lucía aflojó las piernas alrededor de las caderas masculinas para pisar el suelo. 

—Ni se te ocurra abrir —exigió él. 

Desechando su comentario, pensando tal vez que doña Elvira pudiera tener algún problema, se bajó el vestido, se recolocó el tirante y echó una mirada por la mirilla, pero sin dar la luz. Los ojos casi se le salieron de las órbitas: el rostro distorsionado de Josechu miraba al techo aguardando a que le abriera.  

—Es mi vecino —le dijo a Alex en susurros. 

—¿Tienes un vecino que llama a tu casa a las… —miró las manillas fosforescentes del reloj, hablando en el mismo tono bajo— dos de la madrugada? 

—Se ha quedado con mi perro. 

—¿Tienes un vecino que se queda con tu perro y llama a las dos de la madrugada? 

—Es gay, no pienses mal. 

—¿Tienes un vecino que es gay, que se queda con tu perro y que llama a…? 

Lucía, aguantando las ganas de echarse a reír, le tapó la boca con la mano. Por ella, hubiera mandado al infierno a Josechu y a Zeus, los besos de Alejandro bien merecían olvidarse del mundo entero. Pero el vasco, terco como una mula, insistía. Abrió apenas la puerta, medio asomando la cabeza por ella.

2 comentarios:

Serena Miles dijo...

hola,
solo te he leido en histórica, pero este libro se lo regale a una de mis amigas y le gusto muchísimo asi que lo leere seguro jejeje
Besotessssssssssss

Unknown dijo...

Fue un reto, así que no me despellejes demasiado, jajajaja
Besos, guapísima!!!

Nieves