lunes, 2 de septiembre de 2019

Artículo: El caballo de hierro

EL CABALLO DE HIERRO. Este es el artículo que os traigo en esta ocasión.

Cuando escribí Tierra salvaje, novela que alguna habrá leído, y espero poder volver a poner en el mercado, la protagonista, Abby, tenía que viajar desde la costa este a las salvajes tierras del Oeste americano. Tuve pues que buscar información sobre los ferrocarriles en ese tiempo, así que os dejo algunos datos de los que encontré para ambientar la historia.

El primer ferrocarril unió Omaha con Sacramento en 1869, lo que supuso una revolución en todos los sentidos: la población podía viajar con mucha más rapidez, y los empresarios enviar sus productos con más facilidad y en menos tiempo. Sí, ya veo la cara de algunos al pensar que las románticas caravanas de viajeros desaparecían con el ferrocarril, pero es imposible ir en contra de los tiempos. Abraham Lincoln no pudo verlo terminado, puesto que lo asesinaron cuatro años antes, pero fue un impulsor importantísimo y ponerlo en marcha uno de sus mayores logros como presidente de EEUU.

Ahora bien, la construcción del ferrocarril no fue debida únicamente a fines económicos, sino para poder conectar los estados de la Unión durante la Guerra Civil.

Las rutas del ferrocarril fueron las mismas que ya eran utilizadas para la conquista del Oeste. Las más conocidas para todos: Ruta de Oregón, Ruta de California y la del Pony Express. Sin embargo, los tramos principales no pasaron por dos importantes ciudades: Denver y Salt Lake City, aunque se construyeron ramales para poder atender las necesidades de ambas poblaciones.

Las dos compañías que se repartieron las rutas, la Central Pacific y la Union Pacific, construyeron 1.110 y 1.749 kilómetros de vía férrea respectivamente.

En muchas películas del antiguo Oeste hemos visto a trabajadores chinos poniendo las vías. Bueno, aclaremos esto un poquito, si os parece.

La mayoría de los trabajos llevados a cabo por la Union Pacific corrió a cargo de empleados de origen irlandés, mormones (que se hicieron cargo del territorio de Utah), y veteranos de los ejércitos de la Unión y Confederados; para muchos, acabada la guerra, fue la única forma de obtener un trabajo digno.

La Central Pacific sí contrató a trabajadores de origen chino que, hasta entonces, habían sido buscadores de oro, cocineros o lavanderos. Y demostraron ser buenos, resistentes y competentes; tanto, que se pidieron más a China. Normalmente, los trabajadores de las líneas férreas cobraban entre uno y tres dólares al día. A los chinos les pagaba menos; solo consiguieron una subida de salario, tras ir a la huelga.

Mientras que duraron los trabajos del tendido de rieles, no solo había operarios efectuando esta función. Aunque es cierto que la cuarta parte de los empleados se dedicaba a ello, no podemos olvidarnos de la cantidad de ingenieros, albañiles, carpinteros, lavanderos, cocineros o telegrafistas que hicieron falta. Había todo un mundo alrededor del tendido de las vías. Fue un esfuerzo común para conseguir comunicar el este con el oeste de Estados Unidos.

Como en todo negocio, hubo quien sacó tajada. Uno de ellos fue Thomas Clak Durant, como se llamaría ahora un tiburón de las finanzas. Nacido en 1820, había hecho fortuna con el contrabando de algodón, consiguió ser vicepresidente de Union Pacific y se buscó las triquiñuelas para conseguir que las rutas ferroviarias pasaran por sus tierras, amasando así otra fortuna.

Así pues, tras muchas inversiones, miles de problemas y la pérdida de unas cuantas vidas, el ferrocarril invadía las Grandes Llanuras, esa meseta que se extiende al este de las Montañas Rocosas, de la que podemos hablar en otro momento. Y fue entonces cuando el Caballo de Hierro, los inversores y los trabajadores, hubieron de enfrentarse con un problema mayor que el de su construcción: las tribus indias. Porque aquel era su territorio, porque la llegada del ferrocarril suponía una violación de los tratados llevados a cabo con Estados Unidos, y porque la llegada masiva del hombre blanco ponía en peligro su existencia. Como acabó siendo. Los jóvenes guerreros indios atacaron sin cuartel cualquier emplazamiento, retrasando los trabajos. A modo de contestación, la Union Pacific aumentó la seguridad y contrató a pistoleros para que mermasen los rebaños de bisontes, de los que se abastecían las tribus de la llanura. Eso llevó a que los aborígenes empezaran, a su vez, a matar trabajadores. Pero fue una guerra que acabaron perdiendo.

El caballo de Hierro, era ya imparable.


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