¿Qué se puede decir a esas personas que sacrifican su tiempo en ayudarte? ¿Cómo pagarles ese esfuerzo continuado, su dedicación, sus desvelos? ¿Cómo recompensar su atención, siempre dispuesta?
Ell@s tienen su mundo, sus conflictos personales, su vida. Pero te escuchan, te aconsejan, te apoyan. Demuestran que, realmente, les importas. Son tus adictos.
Sin embargo, encuentro la palabra superficial. Porque son mucho más.
Son camaradas.
Aliados incondicionales que no flaquean al decirte que te confundes, en lugar de ocultarte la verdad con falsas lisonjas. Colaboradores infatigables que aparcan sus propios dilemas para echarte una mano. Que día a día, durante los trescientos sesenta y cinco que tiene un año, se esfuerzan por ti. Que te inyectan el ánimo perdido, te valoran cuando estás vencida, soportan tus furias con paciencia, se muestran como osados guerrilleros defensores del bastión cuando te atacan, te hacen reír cuando lloras... Que te hacen llorar si no están cerca.
Y aquí no sirve decir “por suerte o por desgracia”, yo tengo camaradas así. Porque es “por suerte”.
A veces pienso si sería una santa en otra vida para haberme ganado su cariño. Me flagelo por no saber decirles que mi alma inmortal está con ell@s. Que les quiero de un modo tan profundo que no puedo expresarlo con palabras. No sé hacerlo. Y aunque supiera, me quedaría corta. Así que, mejor callo.
No os asombréis, me refiero a vosotr@s.
Ya sabéis quienes sois, no hacen falta ni nombres ni apellidos. Un@s cercanos y otr@s más lejan@s, pero formando entre to@s un conjunto que ni el más turbulento huracán conseguirá desmembrar.
Por lo que nunca os digo, pero pienso.
Por las gracias no dadas en voz alta.
Por vuestra dedicación, que nunca podré compensar lo suficiente.
Por todo eso, mi eterna gratitud.
Ell@s tienen su mundo, sus conflictos personales, su vida. Pero te escuchan, te aconsejan, te apoyan. Demuestran que, realmente, les importas. Son tus adictos.
Sin embargo, encuentro la palabra superficial. Porque son mucho más.
Son camaradas.
Aliados incondicionales que no flaquean al decirte que te confundes, en lugar de ocultarte la verdad con falsas lisonjas. Colaboradores infatigables que aparcan sus propios dilemas para echarte una mano. Que día a día, durante los trescientos sesenta y cinco que tiene un año, se esfuerzan por ti. Que te inyectan el ánimo perdido, te valoran cuando estás vencida, soportan tus furias con paciencia, se muestran como osados guerrilleros defensores del bastión cuando te atacan, te hacen reír cuando lloras... Que te hacen llorar si no están cerca.
Y aquí no sirve decir “por suerte o por desgracia”, yo tengo camaradas así. Porque es “por suerte”.
A veces pienso si sería una santa en otra vida para haberme ganado su cariño. Me flagelo por no saber decirles que mi alma inmortal está con ell@s. Que les quiero de un modo tan profundo que no puedo expresarlo con palabras. No sé hacerlo. Y aunque supiera, me quedaría corta. Así que, mejor callo.
No os asombréis, me refiero a vosotr@s.
Ya sabéis quienes sois, no hacen falta ni nombres ni apellidos. Un@s cercanos y otr@s más lejan@s, pero formando entre to@s un conjunto que ni el más turbulento huracán conseguirá desmembrar.
Por lo que nunca os digo, pero pienso.
Por las gracias no dadas en voz alta.
Por vuestra dedicación, que nunca podré compensar lo suficiente.
Por todo eso, mi eterna gratitud.
Nieves Hidalgo
8 comentarios:
¡¡Que precioso homenaje Nieves!! Te has dejado el sentimiento en cada palabra y a toda esa gente que va dirigido con tanto calor, seguro que se sentirán muy afortunados de tenerte como amiga, pero sobre todo como persona.
ojala de mi aun te acuerdes
un beso.
Hola, Princesa.
Gracias por tu comentario. Es una muestra muy pequeña de lo que siento por algunas personas, pero tenía que decírselo.
Y no me olvido de tí, por supuesto.
Te sigo de cerca.
Mil besos
¡Qué razón tienes, Nieves! A veces, esas personas maravillosas y desprendidas están tan cerca de nuestro corazón, se entregan con tanta normalidad, que olvidamos agradecerles como deberíamos. En realidad, no sabemos agradecer en la medida que merecen, porque lo que merecen es inmenso.
Me apunto esa culpa humana pero injusta.
Y, abusando de tu amabilidad, aprovecho esta preciosa entrada para darte las gracias por ese corazón humilde y generoso que tienes.
Un abrazo inmenso, amiga.
Que entrada más hermosa!!!!!
No tienes nada que agradecer, porque todas esas personas que están contigo lo hacen porque desean hacerlo, porque les llegas, porque eres algo importante en sus vidas :)
Creo que con sólo sonreírles ya les estás agradeciendo mucho, al menos para mí es suficiente :)
Un besazo guapa!
Ángeles, preciosa, ya sabes que lo que hago es de corazón.
Gracias por tu maravilloso comentario.
Mientras lees, es gratificante verte por esta casa, la tuya siempre.
Gracias por todo.
Un beso a las dos
Nieves, Ángeles, cuánta razón tenéis.
Habrá que tomar ejemplo de Nieves y empezar a ser más agradecidos ^.^
Besitos
Muchas gracias a ti, Nieves por ser como eres. Me siento bien por haber conocido tus escritos y por ser una persona tan cercana.
Pilar, Anabel,
gracias a vosotras por pasaros por este blog. Siempre es grato ver vuestros comentaris. Ya sabéis que se os quiere.
Muchos besos a las dos
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