miércoles, 28 de enero de 2009

Adiós, princesa.


Me he mirado en el espejo y no me ha gustado lo que he visto. La juventud me dejó hace tiempo y mi cuerpo es un púlpito predicando a voces cuán lejos quedó la princesa quinceañera. Me ha invadido la depresión. Los escaparates se burlan de mí reflejando un Satán que se mofa de mi pelo no tan oscuro, de mi piel no tan tersa, obligándome a aspirar desde lejos el frescor de la juventud, con sus fantasías de eternidad. Me fustiga la añoranza de aquellos bikinis que lucía décadas atrás, enfrentados ahora con una talla 46. Las veladas hasta el amanecer dibujando contorsiones de baile sin que me hiciera mella el cansancio, en abierto desafío con el agotamiento actual. El orgullo con que ondeaba al viento mi largo cabello, contrasta con el corte casi masculino que ahora luzco. ¡Ay! de mis ojos de entonces, marcados con esmero y rimel, riéndose de las patas de gallo de hoy.
Se difumina el ayer convirtiéndonos en reliquias, en el óleo de Dorian Grey, al que odiamos. Porque sólo se desea lo que no se tiene. La imagen es la nuestra, pero no queremos reconocernos. Y se nos hunde el mundo.
He llegado a casa. Tarde, agotada y de mal humor. Mi marido ya está esperándome. Ha preparado la cena. En la mesa titilan las llamas de unas velas y sobre mi plato descansa una rosa roja de tallo largo. Le miro, ofuscada, pero él me sonríe. Se me acerca, alisa mi ceño fruncido y me dice: te quiero. Y la niña que fui se ha evaporado de pronto. Sí, ella era joven. Pero yo he trocado su ausencia por el amor de un hombre con el que quiero agotar el resto de mi vida. De modo que… ¡Adiós, princesa!



11 comentarios:

Teresa Cameselle dijo...

Los hombres tienen esa capacidad innata. A veces te sacan de quicio, y a veces te arrancan una sonrisa en el momento más inesperado -y más necesario-. Por eso los queremos, no?
Bonito relato.
Un beso.

Bego dijo...

Un beso, ahora ya no eres princesa, ahora eres reina.

Yo creo que nuestra apariencia externa va cambiando pero en el interior siempre estará algo de aquella princesa que fuimos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Precioso, Nieves.

Un beso
Coni

Anónimo dijo...

No esperaba que acabara así de bonito. Me ha encantado.

Besos.

Anónimo dijo...

¡Que bonito!
Me ha gustado mucho todo el relato, pero especialmente eso que has escrito de “En la mesa titilan las llamas de unas velas y sobre mi plato descansa una rosa roja de tallo largo”.
Bella pincelada de romanticismo Nieves.
Besitos.

Anónimo dijo...

Da igual lo que escribas, siempre es un placer leerte.

Un beso,
María

Anónimo dijo...

Ay, según leía me veía reflejada y me preguntaba ¿cómo va a terminar esto? No sé por qué sufría, siendo escritora de romántica sólo podía acabar así, con final feliz.

Un beso.

Anónimo dijo...

Que relato más bonito, es conmovedor y emotivo, me ha encantado leerlo.

Un beso muy grande!

Pilar Cabero dijo...

Como siempre, un placer leerte.
Besitos.

Nieves Hidalgo dijo...

Con vosotras da gusto, ya que siempre tenéis una palabra bonita para mí.

Un millón de besos y muchas gracias.

Anónimo dijo...

Me ha emocionado.
Me he visto reflejada, supongo que como muchas.
Da gusto leerte.
un beso

CARLOTA