jueves, 8 de agosto de 2019

Trilogía Un romance en Londres - Rivales de día, amantes de noche

Rivales de día, amantes de noche, es una de mis últimas novelas, la primera de la trilogía Un romance en Londres. Quienes la han leído me comentan que les ha gustado mucho, así que si no lo habéis hecho, espero que con este trocito que os comparto os animéis a darle una oportunidad.




RIVALES DE DÍA, AMANTES DE NOCHE


─Eso no es justo, papá.

─Tu padre lleva razón. No voy a dar mi permiso a Barbara. 

La repentina intervención de Alan en la conversación, con un tono demasiado seco, acaparó la mirada de todos. 

Había intentado no inmiscuirse, quedarse a un lado mientras veía el modo en que Barbara se integraba en el grupo, fascinado por el modo en que sonreía, en cómo sujetaba los cubiertos, en la manera tan exquisita de tomar su copa, en sus jugosos labios acariciando el borde cuando bebía…. Quería saber hasta dónde era capaz de llegar, porque estaba intrigado. ¿Dónde estaba la gata salvaje que se le enfrentó un minuto después de conocerle? ¿Dónde, la arpía que intentó comprarlo con un porcentaje de la fábrica de Thomas a cambio de su libertad? Lo que ahora tenía enfrente era todo sonrisas, todo dulzura y candor, una joven recatada, educada y… anodina. Le gustaba mucho más la otra, la atrevida, la que le había taladrado con la mirada y le propuso comprar su tutoría. 

Sí, intentó quedarse al margen. 

Pero imaginar a un hombre tomando medidas a Barbara le revolvió el estómago, por mucho que dijeran de él que no constituía un problema. Y la mano de su hermano, sobre la de ella, tampoco ayudó a suavizar su repentino mal humor. No entendía qué le pasaba y eso le irritaba porque, desde hacía años, pocas cosas conseguían descentrarle. Además, nada más abrir la boca, supo que acababa de quedar como un cretino: ninguna mujer de su familia pedía permiso para nada. 

Aceptaban consejos, nunca imposiciones. 

Mucho menos para ir de compras. 

Sarah le miraba con el ceño fruncido; su sobrina, como si acabaran de salirle cuernos y rabo, y Barbara, con seguridad, pensando en cómo podría matarlo. 

Carraspeó porque, de repente, le apretaba demasiado el nudo de la corbata. 

─Quiero decir que, si tan interesadas están, y para evitar problemas o comentarios, puedo servir de escolta.

─Eso ya está mejor, tío ─manifestó su sobrina con sarcasmo─. Esa sí es la frase adecuada. De paso, ya que iremos contigo, podríamos acercarnos a un lugar que llevo tiempo queriendo conocer. Está es…

─A la modista, Lili ─cortó Alan, que imaginaba su intención de acerarse a un cubil inadecuado─. Solo a la modista. No te pases de listilla.

─Está bien. Pero quiero hacer constar aquí y ahora, que los hombres de esta familia sois un verdadero fastidio.

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