martes, 28 de enero de 2020

Artículo: Limpiaculos real



Limpiaculos real. Como suena. 

Hace tiempo encontré una referencia a este trabajo que, al parecer, se empezó a ejercer en la Corte inglesa allá por el XVI. En concreto, he leído que fue Enrique VII el que pensó que estaría de guinda no tener que limpiarse él solito después de pasar por las letrinas. Que para eso era el rey, debió argumentar el hombre. Que para eso pagaba un buen jornal al contratado. Que, en fin, su ano era especial, real y de sangre azul. 

Y no penséis que era un trabajo que denigraba, ni mucho menos; había bofetadas entre los jóvenes aristócratas por conseguirlo. No os sonriáis, que era cierto. ¿Por qué un aristócrata? Pues porque si hubiera contratado a un campesino no estaría a su nivel para conversar, y charlaban de muchas cosas, incluyendo secretos de estado, durante esos ratitos. ¿Las razones de ansiar el puesto? Por descontado que intimar con el rey entre ventosidad y ventosidad. Porque el cargo podía parecer denigrante, pero no solo estaba bien visto, sino que hacía importante a la persona y muchos consiguieron puestos de secretarios reales. Claro que el trabajo tenía sus desventajas, como todas las labores: acarrear durante todo el día con la dichosa silla de hacer sus necesidades (otra cosa suena fatal), en la que el soberano se sentaba cuando le entraba la real gana, en lugar de verse obligado a atravesar todo el palacio para ir al excusado. 

He leído algo en una página en inglés que me ha hecho soltar una carcajada: se preguntaban si para conseguir el cargo puntuaba la suavidad de la piel del limpiatrasero real. Normal que dudasen, puesto que esos tiempos el papel higiénico no se conocía; ni siquiera el Elefante, del que ya os hablé en otro artículo. 

Con la llegada al trono de Isabel I el oficio de limpiaculo real desapareció. Regresó más tarde, a la muerte de la Reina Virgen, y volvió a desaparecer con la subida al trono de la reina Victoria. 

He podido enterarme de que, mientras se quitaba o no el trabajo de asear el trasero del soberano, ocurrió alguna cosa curiosa que quiero compartir con vosotros. Por ejemplo: Sir Henry Norris, que llevó a cargo el estimado empleo, acabó ejecutado, acusado de haber mirado más de la cuenta las partes pudendas de Ana Bolena. Igual al rey no acabó de gustarle el modo en que lo limpiaba y se inventó eso para quitárselo de encima. 

Otra curiosidad: Jorge III, que aparece en algunas de nuestras novelas como «rey loco», y que obligó a tomar la Regencia a su hijo, el famoso Prinny, tuvo ni más ni menos que nueve mozos para asearle el trasero. Y uno de ellos llegó a ser ministro. 

El caso es que, aunque nos suene a chiste, este trabajo no dejó de llevarse a cabo hasta 1901. 

Leer para creer.



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