miércoles, 6 de noviembre de 2019

Artículo: Lechuguilla y gorguera

Lechuguilla y gorguera. ¿Qué eran y para qué servían? 
Mientras escribía alguna de mis novelas, hube de investigar sobre estos complementos que eran de uso de hombres y mujeres. ¿Os lo cuento? 

La gorguera apareció en el siglo XIV y no era sino un cuello, una especie de pañuelo que servía para cubrir los escotes de las damas, de encaje o tela transparente, normalmente muselina, que se ajustaba con una cadenita. Sin embargo, al llegar el siglo XV estas simples gorgueras comenzaron a hacerse más grandes. Subían los escotes y, a la vez, subían ellas, empezaron a bordarse con hilo de oro e incluso con perlas. 

Fue ya en el XVI cuando su tamaño adquirió proporciones a veces exageradas, tal vez por querer figurar más que el vecino. Utilizaban encaje muy plisado y caros, y las almidonaban para que quedasen tiesas. Tanto es así, que debían poner varillas para poder ajustarlas. Aquello debía ser un tormento, de verdad. Pero nobleza obliga, suele decirse, y las clases altas las lucían como si fuera el más magnífico complemento de su vestimenta. Parecían lechugas y encaje, de ahí el nombre de lechuguillas. 

Al principio solo las usaban las mujeres, pero poco a poco se pusieron de moda también en los caballeros, y solían hacer juego con los puños de los trajes y vestidos. La moda, desde luego, no se quedó solo en España, sino que la copiaron en toda Europa, extendiéndose por Inglaterra, Francia y Países Bajos. 

En los reinados de Felipe II y Felipe III era impensable no llevarlas, aunque el primero hizo redactar los siguiente: 

“Caso que alguno haya de traer cuellos manda que sea del ancho de dozavo, y la lechuguilla de hasta ocho anchos, y no más, sin género alguno de hierro, guarnición, almidón, polvos ni otro, ni con más que una tela, ni abierto con molde ni otro instrumento. Felipe II en Madrid, 1586”. 

Así y todo, parece que no le hicieron demasiado caso y siguieron usándolas de gran tamaño, poniendo empeño en que fuesen cuanto más caras, mejor, encargando que las hicieran incluso con joyas. También se puso de moda llevarlas de color añil en lugar de blancas. 

Durante el reinado de Felipe III, las autoridades la emprendieron con los fabricantes de lechuguillas, con el tamaño que debían tener, con el precio que podían cobrar por lavarlas, prohibieron el uso del añil… Como es lógico, hubo un sinfín de protestas y no consiguieron su propósito de erradicar esta prenda de la que se burlaban muchos. Pero con fe y constancia, todo se consigue y, en el reinado de Felipe IV, lo lograron. La lechuguilla cayó en desuso en 1630. En su lugar, se empezó a utilizar la nueva moda nacida en Francia, que consistía en un cuello de lienzo fino, bordado o no. Podemos verlo en algunos retratos de militares del XVII. 

Hay una rima muy graciosa de Ruiz de Alarcon, burlándose de aquellos cuellos tan exagerados y las varillas que debían sujetarlos, que os dejo: 


“Que con tal cuidado 
sirve un galán a su cuello 
que por no descomponello 
se obliga a andar empalado”


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