jueves, 22 de noviembre de 2018

Artículo: Piratas, bucaneros, corsarios

Otro artículo más que hice en su día y que espero que lo disfrutéis y os parezca muy interesante.



¿Piratas, bucaneros, corsarios? ¿Cuántas novelas o películas conocemos con este tipo de protagonistas? A las que ya tenemos unos años, y no tantos, puesto que las reposiciones en televisión están a la orden del día, nos pueden venir a la memoria Errol Flynn o Tyrone Power. En el fondo nos importa muy poco que nuestros héroes sean piratas, bucaneros o corsarios, porque... como que todo suena igual, ¿verdad? Sin embargo, hay sus diferencias entre unos y otros, y no todo es de color rosa como lo pintan películas o novelas románticas. 

Sin ánimo de echar por tierra vuestros sueños de aventuras a bordo de una nave corsaria, por ejemplo, tratemos de saber algo más sobre la auténtica vida de estos personajes que se han convertido en leyenda. 

La vida diaria de estos hombres, no era tan mágica como la pintaba Hollywood. Ni ellos eran los héroes que acababan salvando a la chica y dejando al malvado gobernador de turno con los pantalones bajados. Piratas, bucaneros o corsarios, no eran otra cosa que simples ladrones del mar. Individuos que se dedicaban a saquear en tierra, abordar naves y sacar provecho del trabajo ajeno, ya fuera quedándose con los botines, vendiendo los mismos, apoderándose de los esclavos para traficar a su vez con ellos, o pidiendo elevados rescates por los pasajeros que caían en sus manos. 

BARBARROJAEntrar a analizar el origen de las distintas acepciones para designar a unos y otros, haría el articulo demasiado extenso, por lo tanto, puntualizaré: 

Tanto piratas como bucaneros eran hombres libres, sin ataduras, que se regían por sus propias leyes. 

Los corsarios, por el contrario, servían a una Corona, debiéndose por tanto a los acuerdos tomados, y navegando al amparo de una bandera a la que entregaban un porcentaje de los robos. 

La vida en los barcos era dura. Porque abordar otras naves y luchar contra los temporales en alta mar, era jugarse la vida. Las condiciones a bordo de un barco pirata brillaban por la falta de higiene, a veces de comida decente, y ejemplares castigos si no se seguían las órdenes. Ahora bien, dado que los galeones de la Corona Española transportaban riquezas sin igual desde el Nuevo Mundo, jugarse el bigote merecía posiblemente la pena. 

FRANCIS DRAKECuando atacaban, izaban bandera roja o negra para intimidar a sus víctimas; algo así como decirles: o te rindes o vamos a pasar a todos a cuchillo. Un mensaje así, acongoja al más pintado, claro, de modo que en muchos casos no tenían ni que luchar. 

Las armas de fuego eran aún inseguras, solo permitían un disparo y se tardaba bastante en recargarlas, de modo que se valían de cuchillos, hachas de abordaje para destrozar el velamen e inmovilizar la nave contraria, sables o lanzas. Intentaban no dañar demasiado el otro navío, ya que podían apropiárselo, quedarse con lo que transportaban e, incluso, hacer prisioneros para exigir posteriormente fuertes rescates. 

Solían alimentarse a base de carne ahumada, higos, quesos y galletas, amén de lo que el mar les facilitaba y, si escaseaban los alimentos, incluso ratas cazadas en las bodegas del barco, que haberlas siempre las había. No era raro ver gallinas a bordo, puesto que los huevos frescos eran muy apreciados. Y tampoco era extraño que embarcaran algún que otro animal, al que poder descuartizar después. El mayor problema era conseguir fruta fresca o vegetales, sin lo cual la tripulación podía ser víctima del temido escorbuto y caer como moscas. 

A bordo de un barco pirata se trabajaba constantemente, olvidaros de eso de tomar el sol en la proa. No había otro remedio que cuidar los barcos con mimo exquisito, si no se quería acabar en el fondo del mar. Se reparaban los desperfectos, se achicaba agua cuando era necesario, se zurcían las velas y se intentaba conservar todas y cada una de las armas en perfecto estado, ya fueran cañones o sables. Cuando estaban en tierra, carenaban y calafateaban la nave. Normalmente elegían lugares apartados, playas solitarias para llevar a cabo el mantenimiento, burlando la posibilidad de ser atacados cuando ponían la nave en condiciones. 

A todo esto, hay que sumar que, en sus peleas, muchas veces resultaban heridos, algunos de ellos acababan mutilados, y los cirujanos que iban a bordo no eran demasiado expertos o carecían de las medicinas y los utensilios más necesarios. 

Por último, si les atrapaban, la condena por piratería era solo una: la horca. 

¿Cómo se os queda el cuerpo? ¿Sigue habiendo ganas de tomar un barco pirata y marcharse a buscar aventuras por el mar Caribe? Vale, va a ser que no. Pero que lo que os he contado no os quite las ganas de leer novelas de corsarios, por favor. Si es muy fácil: cerramos los ojos, nos imaginamos el barco cuidado, las velas blancas lavadas con Ariel, a los piratas limpitos, peinados y afeitados, y una cena apetitosa en el camarote del capitán, que estará como un queso porque para eso será el protagonista. ¿A que esto ya es otra cosa? Como siempre digo: imaginación al poder. 

Para terminar, quiero que conozcáis a algunos de los más famosos piratas y corsarios de la Historia. Algunos os sonarán, otros puede que no. 

Barbanegra. Inglés. Unas fuentes indican que su nombre era Edward Teach, otras que Edward Drummond. Se dedicó, sobre todo, a atacar cargueros españoles, buques franceses y barcos ingleses. Su buque insignia fue el Queen Anne's Revenge, de 40 cañones. Fue el gobernador de Carolina del Norte, Eden, quien consiguió su perdón a cambio de un importante porcentaje de sus robos. Sin embargo, acabaron poniendo precio a su cabeza, siendo perseguido por R. Maynard, que se enfrentó a él en la última contienda. Y se cuenta que el teniente Maynard se presentó a cobrar la sustanciosa recompensa, con la cabeza de Barbanegra colgada en el bauprés. Supongo que forma parte del mito, pero en algunos medios se dice que Barbanegra recibió, antes de ser derrotado, más de veinticinco heridas de arma blanca y algún que otro disparo de pistola. ¡Qué tío! 

Henry Morgan. Una de sus más conocidas acciones fue el ataque a Puerto Príncipe en 1668, dirigiéndose después a Portobello, ciudad por la que exigió un rescate de cien mil reales a condición de no convertirla en escombros. Dos años más tarde, fue Santa Catalina su presa, continuando después hacia Panamá. Cuando por fin consiguieron detenerlo, lo llevaron a Londres para juzgarlo. Y todo apuntaba a que sería colgado hasta morir, pena que se aplicaba a los piratas. Sin embargo, cosas curiosas de la vida, no solo no lo colgaron, sino que regresó a Jamaica con el título de caballero. No me preguntéis qué le prometió a Carlos II de Inglaterra, porque no he podido averiguarlo, pero dado que el rey inglés tenía dificultades económicas, no hay que ser un lince para imaginarlo. 

Barbarroja. Nació en Lesbos en 1475 y murió en Estambul en 1546. Almirante otomano y corsario a las órdenes de Suleimán, fue uno de los más conocidos del XVI, atacando sin cuartel a los navíos españoles. 

Inglés. Fue corsario bajo la protección de Isabel I de Inglaterra, pero también fue un importante explorador, comerció con esclavos y llegó a ser vicealmirante de la Marina Real Británica. Como la mayoría, llevó a cabo ataques a las posesiones españolas, bombardeando Cádiz y Coruña, y siendo el culpable directo de la apabullante derrota de la Armada Invencible. 

¿Y quién decía que las mujeres no habían sido piratas? Aquí tenéis dos ejemplos. 

Hija bastarda de William Cormac, abogado irlandés, casó con James Bonny, a quien siguió a Bahamas. Fue allí donde parece ser que conoció a Jack Rackman, pirata, enamorándose de él y abandonando a su esposo. Anne vestía como un varón, sabía manejar el sable y las pistolas y podía ser tan cruel como cualquiera de los hombres que ejercían la piratería. 

Mary Read. Otra mujer que pasó a la historia. Atacado su barco por Rackman, y disfrazada ella de muchacho para pasar desapercibida, hizo amistad con Anne Bonny, quien descubrió su verdadera identidad. Rackman permitió que se quedara en el barco, acabó enamorándose de uno de los tripulantes, se casó con él y dedicó su vida a la piratería. Según algunas fuentes, cuando la tripulación de Rackman fue apresada y sentenciada a la horca, Mary Read acabó muriendo en prisión de unas fiebres, antes de llegar a ser ajusticiada. Su amiga, Anne, sin embargo, desapareció sin dejar rastro, y aquí surge otra leyenda: pudo ser perdonada por su padre o regresar junto a su primer marido. 

Las mujeres chinas capitanearon también barcos piratas. Las más conocida fue Ching Shih, la viuda del pirata Ching Yih, quien construyó una enorme flota que no sólo desafió a China, sino también a los buques de guerra de la Armada Imperial británica. Una vez que murió en una tormenta, Ching Shih demostró que ella podía comandar la flota. Mantuvo un registro detallado de sus operaciones ilegales y simuló la respetabilidad llamando a ese saqueo "transbordo de mercancías". Llegó a comandar una flota de 800 barcos grandes y cerca de 1000 más pequeños. Su tripulación estaba integrada por cerca de 80000 hombres y mujeres. Cuando allanaban y saqueaban ciudades las quemaban hasta los cimientos, secuestraban a sus habitantes para pedir rescate o sencillamente los masacraban. El régimen de Ching Shih terminó cuando las disputas entre sus piratas ocasionó enfrentamientos sangrientos y con ella la desintegración de la flota. En 1810 abandonó en el cantón la flota y desapareció. Se rumoreó que cambió de "negocio" y concentró su talento en el comercio menos peligroso del contrabando.

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