martes, 13 de agosto de 2019

Ódiame de día, ámame de noche. Libro 2º de la trilogía Un romance en Londres

El pasado mes de febrero salió a la venta la segunda entrega de la trilogía Un romance en Londres. Quedan ya pocos meses para que la tercera parte esté ya también disponible para su lectura. Por eso, antes de que el nuevo libro salga a la venta, te invito a leer, si es que aún no lo has hecho, esta historia que, como todas, he escrito con todo mi cariño. Aquí te dejo un trocito y espero su lectura te anime a leer la novela completa.






ÓDIAME DE DÍA, ÁMAME DE NOCHE 


Contempló el óleo de María Vélez y dio un sorbo al té, que ya se había enfriado. No sabía por qué, pero le calmaba el ánimo dejar pasar los minutos mirando aquella pintura. Y bien sabía Dios que necesita sosegarlo después del episodio del cottage, porque aún ardía de rabia por la indiferencia con que Jason la trató al terminar y, sobre todo, por la humillación de que fue objeto la tarde posterior al encuentro, cuando él, tras regresar de la ciudad, llamó a la puerta de su cuarto. 

Eloise, que le estaba abrochando el vestido elegido para la cena, cedió el paso al vizconde y salió de la habitación para dejarlos a solas. Jason colocó entonces sobre la coqueta una caja forrada de terciopelo y ella lo atribuyó a que él pretendía disculparse con un detalle por el modo en que se ausentó. Lo abrió y se deslumbró ante una finísima gargantilla de diamantes. 

─Es preciosa. 

─Y supongo que suficiente. 

─¿Suficiente? 

─Por tus servicios de ayer. 

Fue tan rastrera y nauseabunda la alusión que reaccionó con la vehemencia propia de cualquier mujer agraviada de ese modo: cerró la tapa y le arrojó el estuche a la cara, en una tentativa vana de golpearlo, que él evitó haciéndose a un lado. 

─¡Eres un miserable! 

─¿No crees que sea un pago proporcionado? 

─¡Un monstruo, un desgraciado, un malnacido…! 

─Ya veo que no. ─Recogió el presente del suelo y lo lanzó sobre la cama─. A pesar de todo, guárdatelo junto con algún otro objeto que te vaya regalando hasta que te quedes embarazada. Procuraré que el obsequio sea más de tu agrado la próxima vez que nos acostemos, querida. 

─¿La próxima vez que…? ─Se le atascaron las sílabas por el estupor que le produjo su aseveración, que tildó casi de grosería. ¿En qué se había transformado el Jason de hacía solo veinticuatro horas? ¿Qué había sido del hombre que pronunció la palabra «cariño» después de llevarla al éxtasis? Porque no fue una ilusión suya, no. Fue claro y apasionado, aunque su conducta posterior se tornara luego fría e incluso indiferente. Y después de eso pretendía pagarla con un regalo, retribuirla como si hubiera cumplido con un trabajo. ¡La estaba llamando meretriz! ¡Y la había poseído con el único fin de gestar el heredero que tanto ansiaba! 

Le odió con el furor ciego de la víctima escarnecida sin el consuelo de la venganza. Aborreció a Jason con todas sus fuerzas, como nunca pensó que pudiera llegar a detestar a nadie. 

─Eres repugnante. Sal de aquí ─le exigió, con el corazón encogido de dolor. 

─Será un placer. 

─¡¡Fuera!! 

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