jueves, 8 de diciembre de 2016

Artículo: La ropa femenina en la Regencia

Este es otro de esos artículos que seguro que os va a resultar la mar de interesante: 

La ropa interior: Lo primero que se ponían era una camisa que por lo general era de algodón o lino. Era una camisa simple y sencilla, sin ningún tipo de adornos. Su objetivo no era otro que servir de protección a la piel para salvarla de cualquier roce que pudiera ocasionarle el corsé. Su misión era, además, proteger del sudor corporal al corsé ya que esta prenda era mucho más difícil de limpiar que la camisa. La camisa terminaba muy por encima del dobladillo del vestido.

Usaban también unos pantalocillos de tela fina, de algodón o lino, que llegaban hasta los tobillos o hasta debajo de la rodilla. Empezaron a estar de moda alrededor de 1806 y al principio eran imitaciones de los calzones masculinos, pero gradualmente se fueron feminizando.


Lo siguiente que se ponían las mujeres era, por supuesto, el corsé. En la Regencia, la misión del corsé no era estrechar la cintura puesto que en aquella época se llevaban las cinturas altas, sino que se usaban para levantar y separar el pecho. Había dos tipos de corsés: cortos y largos. Los corsés cortos tenían un sorprendente parecido a los sujetadores modernos y su función era más realzar el busto que otra cosa. Los corsés largos eran muy parecidos a los bustiers de hoy en día. Generalmente tenían un pedazo de madera dura insertada en la parte delantera cuyo fin no era otro que mantener una buena postura. Como curiosidad señalar que los hombres jóvenes solían tallar y regalar este trozo de madera a sus novias. El corsé largo ayudaba también a proporcionar una suave línea desde el pecho hasta la cadera. 

Encima del corsé se podían llevar entre una y cinco enaguas, dependiendo de la época del año y del grado de modestia de la dama en cuestión. La función de las enaguas era dar amplitud a las faldas de los vestidos y evitar que la fina tela de estos se pegara en demasía a las curvas femeninas. Las damas más descaradas usarían sólo una o dos enaguas... o ninguna. Las enaguas eran vestidos sin mangas y dependiendo del poder adquisitivo de la mujer eran de algodón ligero o seda. Para el invierno podían ser de franela. Solían llevar uno o dos volantes y al menos uno de estos a menudo asomaba bajo el dobladillo del vestido. 

Las medias llegaban hasta el muslo o por encima de la rodilla y se ataban con ligas. Eran de seda o algodón, generalmente blancas, lisas, bordadas en este color o con adornos de encaje. 

Las almohadillas entraban y salía de la moda durante la Regencia de acuerdo con el estilo del vestido. Se usaban con los vestidos de finales de 1790, y a medida que estos iban desapareciendo a principios de 1800, se iban dejando de lado regresando de nuevo con las faldas tipo campana. Eran de diferentes formas y tamaños y podían atarse o coserse en la parte posterior del vestido. Por razones obvias, debían ser usadas con moderación. 

Vestido de mañana: 

Era un vestido de manga larga o corta, sencillo, de material fino y sin ningún tipo de adorno puesto que no iba a ser usado fuera de casa. A veces se hacía con restos de tela antigua o reformando vestidos viejos pasados de moda. Si nadie los iba a ver fuera del entorno del hogar, no tenía ningún sentido gastar dinero en ellos pudiendo invertir este en vestidos que sí se iban a usar en público. 

El traje de montar:

Estaba hecho de material resistente. Tenía un escote muy sencillo y una chaqueta destinada a cubrir el vestido en todo momento. Las faldas del traje de montar eran más largas y más completas que las faldas de un vestido de paseo o coche. Tenía que cubrir perfectamente las piernas de las mujeres y proteger su modestia mientras montaba a mujeriegas. El estilo de las chaquetas de montar, e incluso de los sombreros que se usaban a tal efecto, eran de corte bastante masculino. A menudo tenían también muchos detalles de los uniformes militares. 

Vestido de tarde:

Este tipo de vestido era todo lo contrario al vestido de mañana: este sí estaba destinado a ser visto. Precisamente porque este vestido sí era para verse, dependiendo dónde o quién fuera a verlo así sería el vestido. En general solían estar confeccionados con muselina, una tela para los vestidos de tarde muy popular en aquella época. En los primeros años del siglo XIX muchas jóvenes murieron tras coger un resfriado o una pulmonía provocada por llevar estos finos vestidos en invierno. A esto se le dio en llamar "la enfermedad de la muselina". 

Durante el día, los senos estaban tapados por completo pues aunque tuvieran escotes bajos se cubrían con una pañoleta o bufanda remetida bajo el escote. 

Los vestidos de paseo, para ir de compras, al parque o para realizar visitas, se hacían ya con más cuidado, más a la moda y con adornos más costosos. 

Dentro de los vestidos de tarde estaban también aquellos para ir en coche o de viaje. Estos se realizaban con telas más pesadas y que fueran más resistentes a las arrugas que la muselina o el algodón. Además tenían menos adornos con el fin de que no se estropearan o aplastaran en los largos paseos en coche. 

Las prendas de abrigo usadas para los vestidos de tarde eran una parte muy importante de la indumentaria. Se llevaban largas túnicas con capucha y mantones de diferentes estilos, a veces decorados con motivos griegos. Los chales de cachemira, seda o muselina se usaban también en primavera y verano. 

El abrigo Spencer era una ajustada chaqueta que llegaba hasta la cintura y que se llevaba sobre los vestidos de tarde. Se dice que fue un invento de Lord Spencer, un antepasado de la princesa Diana, que según cuenta la leyenda pudo haber arrancado la cola de su chaqueta debido a que se la chamuscó con el fuego de la chimenea o bien por un accidente de caballo. Sea como fuere, lo cierto es que Lord Spencer fue el que dio instrucciones a su sastre para que le hiciera varias prendas de este estilo. Rápidamente las mujeres tomaron nota y se mandaron hacer chaquetas así, que coincidiendo con la moda actual de cinturas altas, convirtieron el abrigo Spencer en un clásico de la moda de Regencia. 

Este tipo de abrigo se llevaba bien ajustado al cuerpo, abierto o abrochado completamente. Solía ser un poco más oscuro que el tono del vestido que se llevaba debajo. A principios de siglo este tipo de prenda no llevaba mangas, era más bien como un chaleco. A partir de 1804 solía tener un cuello de piel lo suficientemente grande para usar como esclavina de modo que diera calor al cuello y los hombros. 

Otra prenda de abrigo era la pelliza. Creada también con el talle alto para usar con el vestido de tarde, esta prenda de abrigo se abrochaba por delante y a menudo tenía adornos de piel y plumas de cisne a juego con la tela en la que estaba realizada. Debido a la guerra con Napoleón, los detalles de adornos de tipo militar en esta y otras prendas estuvieron también muy de moda en la Regencia. Algunas pellizas llegaban hasta los pies y otras eran tipos tres cuartos (abrigos cosacos). Se podían cerrar por el centro con tiras y borlas de seda. Dependiendo de la estación del año, podían confeccionarse con lana, piel, terciopelo de seda, satén, o incluso muselina. 

Los vestidos de tarde iban obligatoriamente acompañados de otros accesorios indispensables tales como chales, esclavinas, mantos, peregrinas, guantes, gorros, orejeras, sombreros y, por supuesto, el tipo de calzado adecuado. 

Los vestidos destinados a lucir en los eventos y fiestas de noche estaba permitido mostrar el pecho. De hecho, algunos escotes eran tan bajos que hasta se corría el riesgo de mostrar de más. Fueron muy populares los escotes cuadrados, tan bajos, que resulta difícil imaginar cómo se sujetaban las mangas. Las telas con las que eran confeccionados eran caras, de fina muselina, satén, tafetán o seda. Los vestidos hechos con terciopelo de seda estaban reservados para las mujeres mayores o casadas. Tanto en los vestidos de tarde como en los de noche, las debutantes debían llevar colores pastel o blancos. Los colores más oscuros no estaban destinados para las debutantes. Ahora bien, tampoco eran aconsejables para las otras damas, pues a la luz de las velas, ir vestida de oscuro era garantía de no ser apenas vista. Por ello, quienes no optaban por los tonos claros o simplemente se decidían por el negro, engalanaban sus vestidos con adornos metálicos o de cristal de manera que recayera en ellos la luz. Los vestidos a menudo eran de manga corta pero acompañados de guantes que llegaban por encima del codo. Los guantes no sólo eran de color blanco o negro, sino también de otros muchos colores, incluso azules o amarillos, fabricados con piel de cabritilla. 

Los vestidos de noche iban, por supuesto, acompañados de capas y chales. Las ropas de abrigo tenían adornos de cordón, encajes y pieles, con bordados en oro o plata. Cuando hacía menos frío llevaban sobre los hombros mantos de seda ribeteados con encaje. Para las salidas a la ópera en una fría tarde noche, quienes se lo podían permitir se envolvían en mantos de terciopelo forrados de armiño. 


Algunas curiosidades: 

Entre 1815 y 1825, debido a las hostilidades entre Francia y Gran Bretaña, cada país siguió su propia moda puesto que no podían intercambiar información. Así, la moda inglesa era cada vez más romántica, con cuellos de encaje, mangas abullonadas y colores más vivos. Las cinturas también comenzaron a bajar un poco. En Francia, sin embargo, los vestidos seguían manteniendo la cintura alta y los colores seguían siendo claros, pero añadían adornos a las telas y las faldas se amplíaban en la base. Los peinados y los sombreros iniciaban una escalada alcista, probablemente para contrarrestar el efecto de la forma del final de las faldas. 

Una vez firmado el tratado de paz entre Gran Bretaña y Francia, las inglesas se sorprendieron al ver lo diferentes que eran ambas modas y rápidamente reemplazaron sus armarios adaptándolos al estilo francés. 

A partir de 1820, los corsés empezaron ya a ser usados por todas las mujeres para estrechar la cintura y las faldas se empezaron a ampliar para alejarlas de las piernas. 

La cintura, que empezó a bajar más o menos a razón de un centímetro por año, en 1825 estaba ya casi situada en su lugar natural. 

Los volantes y mangas de muselina blanca, en muchas ocasiones eran piezas independientes que se podían poner y quitar para lavarlas con frecuencia, además de poderse usar en diferentes vestidos. 


*Una gran parte de la información de este artículo se ha obtenido de http://www.songsmyth.com/costumerscompanion.html

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