viernes, 17 de julio de 2020

Artículo: la escupidera

¿Hay alguien que no se haya fijado en esas escupideras que aparecen en los salones del antiguo oeste? Claro que no. Porque en esas vasijas era donde echaban ―siempre los malos de la película― los restos del tabaco que masticaban. 

Este artículo puede pareceros un tanto escatológico, pero resulta interesante saber algunas cosas. Así que vamos con ello. 

Puede ser un recipiente de madera, de metal o de loza. Las de latón desaparecieron después de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque resulte un tanto incómoda de ver ahora, antiguamente era algo habitual, algo que estaba en todas partes y que, incluso, servía como objeto higiénico, evitando que se tiraran los esputos al suelo. Ojo, nada tiene que ver la escupidera con el orinal, que servía para otras cosas, como bien sabéis, y ya os expliqué en otro artículo. 

Por regla general, eran vasijas sencillas, pero algunas se fabricaban con lujo, dependiendo del lugar en el que quisieran ponerlas, o de la casa señorial que las utilizara.

Por ejemplo, durante a dinastía Qing, la última dinastía imperial China fundada por el clan Yurchen de Aisin-Gioro, en Manchuria, no solo se fabricaron de porcelana, sino de oro. No existía recepción importante que se preciara, sin su consabida escupidera. 

También fueron accesorios de uso obligado en los hoteles, en las estaciones de ferrocarril y en distintos lugares públicos, dado el uso del tabaco para mascar en tiempos pasados. Lo habitual era que la empresa que vendía utensilios para los trenes, tuviera en sus catálogos varios tipos de escupideras. 

Y pesaban. Tenían que pesar por narices, para evitar que cualquier persona que pasar a su lado la golpeara sin querer y vertiera el contenido. 

Al mismo tiempo, se trataba de objetos que podían evitar que se propagaran las enfermedades. Por tanto, los médicos recomendaban a quienes padecían tuberculosis, sobre todo, el uso de estas vasijas, a ser posible individuales. Una de las mayores campañas para su utilización fue la epidemia de gripe de 1918. 

Ahora bien, la utilidad de este objeto también puede ser un signo de placer… si estamos catando vino. Le dan un traguito, lo paladean y lo escupen. Es eso o agarrar una borrachera del quince si prueban muchas copas de vino. 

Así que no denostemos este cacharrito que ha evitado que el suelo se ensuciara y que, además, ayuda a que podamos degustar después en casa unos caldos excelentes. 




 

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