martes, 21 de abril de 2020

Artículo: ¿El camisón sí o no?

¿El camisón sí o no?

He aquí el dilema. 

Un artículo cortito para saber vuestra opinión. 

¿Vosotras qué pensáis? ¿Os gusta que nuestros atractivos protagonistas los lleven puestos? A mí, con franqueza, no me gusta. Vamos, que me imagino a uno de mis caballeros metido en la dichosa prenda, cuando va a tener una noche de amor con la chica, y se me va la magia del romance a los pies. No veo nada menos sensual que un hombre con camisón hasta los pies. 

Los usaban, claro. ¡Y hasta con gorrito! Yo, me resisto a ponérselo en mis novelas. ¿Peco de indecente? Es posible. Pero igual que una dama con uno de esos camisones medio transparentes con cintitas de colores o bordados, me resulta de lo más bonito, imaginar al caballero me provoca la risa. 

Sea como fuere, también el camisón tiene su historia, y querría repasarla con vosotras. 

No solo se trataba de una prenda con la que se acostaban, era deshacerse de aquellos vestidos incómodos, con metros y metros de tela, quitarse un corsé de ballenas que les agobiaba y se clavaba en la piel, y olvidarse de las docenas de horquillas con las que sujetaban el cabello. También para ellos significaba dejar a un lado el traje, los pañuelos anudados a la garganta y la rigidez de los cuellos de las camisas. Enfundarse en el camisón era, pues, sinónimo de descanso de las incomodidades de la jornada. 

Bueno, tampoco es que fueran como los de ahora, algunos hasta tenían una pequeña cola. Y no todos se confeccionaban con telas finas, ni mucho menos. En las casas hacía un frío que pelaba en la época invernal y tenían que abrigarse. Por tanto, los que se usaban en invierno, además de ser largos, porque la decencia era la decencia, solían estar hechos de tela gruesa. En las clases pudientes, por supuesto, las damas los mandaban hacer de terciopelo e incluso con piel alrededor del cuello y variados encajes. Vamos, que, salvo por las horquillas y el corsé, iban igual de vestidas para meterse en la cama que para tomar el té de las cinco. 

Los de los caballeros eran más sencillos y sin adornos, aunque en ciertas épocas no les faltaba tampoco un gorrito. 

La llegada del XVIII trajo cambios y comenzaron a usarse camisones de telas finas y seda. Seguían llevando encajes y cintas, pero eran mucho más cómodos. 

Ya en el XIX, Los hombres empezaron a preferir amplias camisas, a veces abiertas por los costados y por las axilas, acompañadas con unos pantalones bombachos debajo. Una prenda similar a esa ya se utilizaba en oriente desde hacía tiempo, y permitía bastante libertad de movimientos. Las mujeres no dudaron en copiarla para ellas. A fin de cuentas, iban tapadas desde el cuello a los tobillos, así que… 

En otro artículo ya os hablé de Amelia Bloomer. Nacida en Nueva York, fue una defensora a ultranza de los derechos de la mujer y la que inventó los pantalones bombachos. La idea debió de llegarle de esa tendencia venida desde los harenes persas, y se enamoró tanto de la prenda que decidió adaptarlos de modo que pudieran lucirse como ropa de calle. Después de ese logro, a ver quién es el guapo que nos dice que nos olvidemos de los pantalones. 

Para terminar, una curiosidad que seguro habréis escuchado: ya sabéis que en ciertas épocas eran muy puritanos. Pues bien, para no mostrarse desnudas frente al esposo, las mujeres utilizaban lo que se llamó sábanas nupciales. No eran otra cosa que un camisón con una abertura estratégica para poder copular del modo más decente posible.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

En un libro, hace muchos años, leí sobre la estratégica abertura, pero además solían llevar un bordado primoroso: lo hago por deber y no por vicio.

Unknown dijo...

Es cierto, algunos estaban bordados y hasta resultaban bonitos.
Gracias por leerlo y comentarlo.
Montón de besos. 🤗
Nieves

Anónimo dijo...

Muy interesante como siempre Nieves.La verdad es q metida la prenda en una escena subida de tono,se te baja todo el erotismo del momento a los pies, mejor sin nada.

Unknown dijo...

Buen día Anónimo. Es cierto, bordaban la sábana divinamente y, a veces, ponían esa frase.
Que tiempos aquellos!!
Gracia por comentar.
Besos.
Nieves.

Unknown dijo...

Desde luego que se le tenía que bajar a una el erotismo, jajaja.
Aunque el bordado, hay que reconocerlo, era divino.
Besos.
Nieves