martes, 10 de marzo de 2020

Henry Morgan, caballero y pirata

En un artículo de hace tiempo, exactamente de noviembre de 2018, “Piratas, bucaneros y corsarios”, hice referencia a este personaje, Sir Henry Morgan, pero muy de pasada. Sin embargo, aparece en mi novela El ángel negro y tiene un papel relevante en la historia de Miguel de Torres. Repasando datos olvidados, he encontrado alguna cosa más sobre él que os puede interesar. De modo que allá voy y os lo cuento. 

Se cree que Morgan era galés, nació en 1635 y, además de filibustero, fue marino y gobernante. Como lo oís. Se marchó de Gales, se estableció en Jamaica, y allí comenzó con su carrera delictiva. Hizo y deshizo, atacó sin piedad, saqueó, causó mil quebraderos de cabeza a las posesiones españolas y, a pesar de todo, lo nombraron caballero y gobernador de Jamaica donde, curiosamente, se dedicó a perseguir a quienes ejercían el mismo oficio al que él se había dedicado con anterioridad. 

Según algunos historiadores, los ingleses comenzaron una campaña de acoso y derribo a las propiedades española en el Caribe. ¿Qué mejor modo de llevar a cabo sus ataques que apoyando a cuanto filibustero se uniese a ellos? Morgan no desaprovechó la oportunidad y se alió a Christopher Myngs para atacar San Francisco de Campeche. Cuando Myngs partió hacia Inglaterra, ya por su cuenta, fue contra otras ciudades, haciendo en Granada (Nicaragua) más de trescientos prisioneros, muchos de ellos monjas y sacerdotes. Tras estos asaltos, tenía flota propia y era conocido y respetado entre los suyos. 

El gobernador de Jamaica apoyaba por completo los ataques a enclaves españoles. Porque le interesaba y se llevaba sus buenas ganancias. Para eso, necesitaba hombres aguerridos que siguieran sus instrucciones, y Morgan fue uno de ellos. Inglaterra, sin embargo, empezaba a llegar a un acuerdo con la corona española de no agresión. Poco le importó al gobernador y poco a Morgan quien, con el título de Coronel y Comandante de la milicia de Port Royal, atacó varios emplazamientos más. Entre ellos, Puerto Principe, en la que, a pesar de lo bien que se lo prometían, no sacaron demasiado del pillaje a la ciudad, apenas unos 50.000 pesos y algunos objetos robados a las iglesias. Además, un incidente con un marinero francés puso a parte de sus hombres en su contra, disminuyendo el número de sus seguidores. 

Morgan tenía ansias de poder, así que prometió a los suyos más riquezas. Muchas tenían que ser para contentar a una flota de ocho navíos y cuatrocientos hombres. Su destino fue Portobello, una ciudad espléndidamente defendida por mar, que levantó cierto recelo entre los suyos. Los convenció asegurando que atacarían por tierra y así lo hizo. Tomaron el castillo de Santiago y, se dice, que hicieron explosionar el polvorín con todos los soldados españoles dentro. Se dirigieron después al fuerte de San Jerónimo que, tras varios avatares, consiguieron tomar. Días después, se adueñaron del fortín de San Felipe, arrasando todo a su paso. Tras tanta tropelía, tuvo la osadía de pedir 100.000 reales de a ocho como tributo. El gobernador de Panamá, Juan Pérez de Guzmán, intentó oponerse a él, pero acabó por desistir. Y a su regreso a Jamaica, Morgan presentó un informe que, no solo ocultaba sus desmanes, sino que lo dejaba en buen lugar. 

Sería largo de contar todas las incursiones que hizo con posterioridad, así que solo diré que atacó Maracaibo y Gibraltar (Venezuela), continuando luego hacia Panamá. En esos momentos, Morgan contaba ya con 37 naves y más de 2000 hombres bajo su mando. La campaña fue ardua, pero un éxito. Y cito lo que escribió el autor C.H. Haring, encontrado en internet: 

“La expedición a Panamá nunca ha sido superada en cuanto a lo notable de la dirección y arrojo temerario; sólo mancharon su brillo la crueldad y rapacidad de los vencedores, tropa reclutada sin paga, de escasa disciplina e irrefrenada, sino estimulada en sus atrocidades por el mismo Morgan.” 

Éxito o no, España no estaba en esas fechas en conflicto con Inglaterra y, por tanto, el ataque fue tomado como simple y llana piratería. Las consecuencias de las reclamaciones españolas las pagó el gobernador de Jamaica que, a fin de cuentas, había apoyado las barbaries de Morgan y se había beneficiado. Le costó pasarse dos años encarcelado en la Torre de Londres. 

Thomas Lynch, que se hizo cargo del gobierno de Jamaica, no tuvo más remedio que enviar a Morgan a Londres para ser juzgado, intentando acallar las protestas del rey español. Pues ni fue juzgado ni nada, aunque parezca extraño. Y ante la amenaza de piratas franceses contra la isla, le instaron a regresar para defenderla, siendo nombrado por el rey de Inglaterra, Carlos II, ni más ni menos que caballero y Teniente Gobernador de Jamaica. 

Si bien es cierto que ejerció sus funciones a placer de la corona inglesa, nunca abandonó a sus camaradas piratas, con los que se reunía con frecuencia, pasando de puntillas por muchas de sus barbaridades. 

Enfermo por los excesos con el alcohol y las comidas, murió en agosto de 1688 y lo enterraron en un cementerio de Palisadoes, cerca de Port Royal. Cuatro años después, la ciudad fue destruida por un terremoto. Así que, si alguno ha pensado en visitar su tumba cuando vaya de visita, no podrá hacerlo; desapareció en la catástrofe. Eso sí, el nombre de Morgan quedó inscrito para siempre en la Historia.


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