miércoles, 23 de octubre de 2019

Artículo: El papel higiénico

Ni se nos ocurriría hablar de este asunto en una novela romántica donde, casi nunca, los protagonistas o secundarios pasan por el baño, salvo para sumergirse en una tina de agua caliente y jabonosa. Aunque todos sabemos que, en épocas pasadas, no veían el agua a diario. Es algo simple y necesario en nuestros días. Si lo será, que cuando hay follón en alguna parte, lo primero que hacen los comercios es acopio de botellas de agua y rollos de papel higiénico. No le damos demasiada importancia y, sin embargo, tiene su historia. ¿Indagamos un poco sobre él? 

Cualquier cosa ha sido adecuada para el aseo, desde la hierba, un poco de paja, arena, helechos, pieles de fruta o incluso la mano y agua. A veces, un trapo cualquiera servía para la ocasión. 

En Roma, donde los baños públicos tenían mucha aceptación, tenían unas esponjas atadas a un palo, que colocaban dentro de baldes de agua, y estaban a disposición de los clientes. No me preguntéis cómo se apañaban una vez que era utilizada por uno de esos clientes; no he conseguido averiguarlo. Pero fuera como fuese, casi prefiero la costumbre judía de limpiarse con unas pequeñas piedras que llevaban en un morral, o un puñado de heno por mucho que raspara. Se dice que por el XI, en Occidente, la costumbre era usar hojas de lechuga y agua. Me apuntaría mejor a eso también. 

En realidad, he encontrado que se inventó en China y que, durante la Dinastía Ming, la corte Imperial hacía buen uso de él, era suave y hasta perfumado. 

Y llegó el periódico en el siglo XVII. Ya no solo se podían leer las noticias políticas y los cotilleos, también acababa de nacer la mejor forma de limpiarse después de ir al retrete. 

He encontrado algo muy gracioso mientras buscaba datos para este artículo. Os lo dejo literalmente: «Lord Chesterfield, en una carta a su hijo en 1747, habla de un hombre que compró: "una edición común de Horacio, de la que arrancó gradualmente un par de páginas, las llevó consigo a ese lugar necesario, las leyó primero y luego las envió como sacrificio a Cloacina (cloaca)”» Vamos, un dos por uno. 

Vamos a ver, higiénico no era mucho limpiarse con un periódico impreso. ¿Se lavaban luego para quitarse la tinta? Porque no cabe duda de que tenía que manchar. ¡Menudo dilema! 

En fin, que visto lo visto, llegó un señor llamado Gayetty y se puso a pensar, hasta inventar un papel más conveniente, que de inmediato se comercializó. Parece que lo vendía como “medicinal”, eran hojas planas, llevaba áloe, y era estupendo para los que padecían de hemorroides. 

Antes, hablar de las partes del cuerpo de una persona estaba mal visto, no era cómodo para nadie y, además, resultaba feo. Cada uno, pues, actuaba en su retrete como mejor le parecía, pero sin entrar en detalles con el vecino. Pero en 1890, los hermanos Scott sacaron el papel en rollos, mucho más cómodo que el anterior. Seguía sin hablarse de este asunto en público, claro está, pero consiguieron meterlo en los hospitales, porque este sí que era pura higiene, y en los hoteles, como un modo de hacer la estancia más agradable a los distinguidos clientes. Se dice que el nombre era Charmin, y el logotipo una preciosa muchacha, símbolo de la suavidad. ¡Toma ya! Derechos no tendrían las mujeres de la época, pero su imagen servía para vender un rollo de papel del váter. Si es que… 

En fin, que tuvo éxito, que años después cambiarían el nombre por el de Scottex, y acabó teniendo un perrito como logotipo. 

No quiero acabar este artículo sin recordar aquel papel higiénico que se usó en casi todos los hogares españoles hace años: Elefante. No había otra cosa, salvo los periódicos, que ya hemos quedado en que no eran convenientes para el uso delantero ni trasero. Pero es que fue muy nuestro, ¡caray! Aquel papel era satinado por una parte y, en lugar de hacer agradable la limpieza, raspaba que era un primor. Vamos, que casi era lo mismo limpiarte con él que hacerlo con la piedra que usaban los judíos. 

¡Voto por una estatua de reconocimiento para los hermanos Scott!


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