jueves, 9 de mayo de 2019

Un trocito de Brezo blanco

¿Te animas a leer un trocito de Brezo blanco?

BREZO BLANCO 


Josleen cabalgaba erguida, deseosa de volverse para mirar al rehén, pero temiendo volver a hacerlo. Cada vez que sus miradas se habían cruzado había notado que el corazón se le desbocaba sin remedio. Sucio o no, apenas cubierto por un kilt embarrado y una andrajosa capa, con una ceja partida y el rostro manchado de sangre, le resultaba atractivo. Además, tenía una musculatura que la impresionaba. 

Fantaseó imaginándole con ese dorado y largo cabello limpio de lodo y sangre. Su nariz era recta, su mentón denotaba autoridad y todo él gritaba poder. Barry estaba loco si creía que un hombre así podía ser un triste ladrón de ganado. Lo que más le llamaba la atención, sin embargo, eran sus ojos. Unos ojos como no había visto nunca otros: dorados. Ámbar líquido. Grandes, vivaces, inteligentes y fieros, orlados de espesas pestañas ligeramente más oscuras que su pelo. Y su boca, de labios gruesos... 

Le recorrió un escalofrío dándose cuenta de que estaba siendo víctima de pensamientos erráticos. Se enderezó sobre la silla y taconeó ligeramente los flancos del animal para alejarse hacia la cabecera del grupo. 

—Un ladrón de caballos. ¡Ja! 

Kyle se olvidó definitivamente de la muchacha cuando su montura pisó un desnivel del terreno y una punzada de dolor lo atravesó como una cuchillada. Maldijo entre dientes y prestó más atención al terreno que pisaban. 

Josleen intentaba olvidar que él cabalgaba detrás, pero le era imposible porque tenía la extraña sensación de estar siendo observada en todo momento. No resistió la tentación de comprobarlo y se volvió de repente. La mirada, mitad desdeñosa mitad irónica del rehén, la hizo enrojecer y volver a darle la espalda, sintiéndose como una jovencita pillada en falta. 

«¡Realmente tiene los ojos dorados!», se dijo. 

Unos ojos de hielo y fuego. 

Kyle era plenamente consciente de cada movimiento de ella y el hecho en sí acabó por irritarlo. Una mujer del clan McDurney. ¡Por toda la corte del infierno! Solo le faltaba sentirse atraído por una arpía de un clan enemigo. Tenía que dejar de observarla y pensar en el modo de salir de la degradante situación en la que se encontraba. 

Pero, por milésima vez, sus ojos volvieron a ella.

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