martes, 24 de marzo de 2020

Artículo: La bicicleta

Algunas veces he pensado montar a una de mis protagonistas en una bicicleta y, dicho y hecho: Alexandra Tanner, un personaje secundario de Ódiame de día, ámame de noche ha sido la elegida al escribir su propia historia. Seguro que se le da mejor que a mí. Ahora bien, ¿qué sabemos de la bici? ¿Cuándo se inventó? Venga, demos una vuelta por ahí en dos ruedas.

Diréis que en casi todos los artículos nombro a los egipcios, y no estáis equivocadas, pero qué voy a hacerle si inventaron casi de todo. No os extrañéis, no, ya en la época de los faraones fabricaban un artilugio que tenía dos ruedas y estaban unidas por una barra, aunque suene raro. Algunos relieves babilónicos muestran grabados que pueden ser velocípedos. Los chinos, desde luego, no se quedaron atrás. 

Lógicamente, estos primero caballos de ruedas eran simples, muy simples, y no se podía hacer las maravillas que se hacen ahora. Incómodas o no, teniendo que frenar con las suelas de los zapatos o acabar con el trasero hecho polvo de los baches del camino, conseguían lo que se buscaba: alcanzar velocidad. 

Allá por el 1817, un barón de origen alemán llamado Karl Freiherr von Drais, pensó que se cansaba mucho andado e inventó un aparato que tenía dos ruedas, un manillar y un pequeño asiento para sentarse. Una auténtica máquina andante, como se dio en llamar, aunque su nombre fue “draisiana”, por su apellido. Eso sí, no tenía pedales, el que la utilizaba debía impulsarse y frenar con los pies, pero no cabe duda de que, al tomar velocidad, iban a toda pastilla, por lo que se llegaba a los sitios mucho antes.

Como curiosidad os diré que Drais no solo inventó esta primaria bicicleta, también sacó una máquina de escribir y un vehículo de cuatro ruedas con pedales. Sin embargo, se le conoce más como el padre de la bici. 

Se dice que fue un herrero escocés llamado Kirkpatrick MacMillan, treinta años después, el que le puso los pedales. Y hasta pilló a un viandante, por lo que le multaron. Las ruedas, sin embargo, seguían siendo de madera con bordes de hierro.

Desde ahí, la bicicleta fue adquiriendo nuevas formas. ¿Quién no ha visto una de esas que tenían una rueda delantera gigantesca y una trasera pequeñita? Pues fue James Starley, un inglés, el que la inventó en 1873. Y, en efecto, la rueda delantera era tres veces más grande que la trasera. 

No fue hasta 1890 cuando otro escocés, llamado John Boyd Dunlop, dedicado a la veterinaria, realizó más adelantos en la bicicleta. Al parecer, su hijo iba a la escuela en un triciclo, y el pobrecillo lo pasaba fatal con la cantidad de baches que había. Así que dicho y hecho: con una bomba para inflar balones, metió aire en unos tubos de tela y caucho, los envolvió con lona y los pego a las ruedas. Patentó este neumático y, aunque hubo de pleitear con otro escocés que aseguraba haber patentado la idea en Francia antes que él, acabó ganando.

En 1885 la bicicleta ya tenía frenos y no era tan alta.

Para terminar, es interesante saber que, en 1887 Thomas Stevens, de origen norteamericano, tuvo la osadía de salir de San Francisco y dar la vuelta al mundo montado en bicicleta. Tardó solo tres años.



2 comentarios:

María Nieves Martínez Deza dijo...

Magnifica historia, interesante

Unknown dijo...

Muchas gracias por leerlo y comentar.
Beso fuerte. 😘
Nieves