martes, 25 de febrero de 2020

Artículo: Los fármacos

¡Mis sales, por favor! 

¿Quién no ha leído una escena en la que una dama, casi siempre mayor, sufre un mareo y le proporcionan sales? En las casas solía tenerse siempre un frasquito para este tipo de casos, pero ¿Qué contenían? Pues una combinación de perfume con amonio que, desde luego, no era muy recomendable, ya que pueden resultar peligrosas. 

Siempre me ha encantado entrar en una de esas farmacias antiguas, que apenas quedan, repletas de frascos. Buscando sobre este tema, llegué a la utilización de algunos fármacos, me pareció interesante y aquí os lo dejo. 

Siglos antes de nuestra era, en Mesopotamia se preparaban fármacos. Algunos de ellos eran peligrosos, por lo que los probaban en los esclavos. Pero también hacían pomadas para los problemas de la piel, lociones y cataplasmas que ayudaban a los afectados de alguna dolencia. 

Si nos vamos hasta el antiguo Egipto, sabemos que eran capaces de diagnosticar el problema que aquejaba al enfermo, preparando luego el medicamento más adecuado. En morteros y tamices que fabricaban con papiros mezclaban distintas plantas con leche, mil y vino, para crear pomadas o colirios para las afecciones de los ojos. Estas medicinas se guardaban en frascos de vidrio, alabastro o barro. 

En China, además del opio, del que ya hablé en otro artículo, era habitual usar efedrina, un producto de origen vegetal que se conocía como Ma huang. El primer libro de medicina que hablaba plantas, escrito durante la dinastía Han, contenía una lista de casi cuatrocientas plantas medicinales y los distintos usos que podían darse con ellas para la cura de los males. 

Quinientos años d.C., tanto en Roma como en Grecia, la influencia de la religión dirigió el camino de los farmacéuticos, surgieron grupos de especialistas en el estudio y el tratamiento de las planas llamadas medicinales. Y fue allí donde consiguieron fabricar una pastilla que servía de antídoto para el veneno, las úlceras internas, la disentería, la gonorrea o los dolores renales. La base de esta pastilla era la arcilla blanca y se distribuyó a todo el mundo conocido. 

Con posterioridad, los árabes, allá por el año 750, abrieron las primeras farmacias, pero fue Ibn Sina a quien se considera como el auténtico padre de la farmacología. Este médico y científico escribió casi trescientos libros de medicina y describió en ellos el modo adecuado de administrar los medicamentos. Decían de él que era Cheikh el-Raïs ―príncipe de los sabios―, y está considerado como uno de los médicos más grandes de todos los tiempos. 

Es durante la Edad Media cuando se tiene referencia de la farmacia física donde se hacían medicamentos, y en 1221, en Florencia, se abrió la primera europea, a cargo de los dominicos del convento de Santa María Novella. Sin embargo, los dominicos no vendían al público, solo elaboraban las medicinas, pomadas y ungüentos para el propio convento. Fue en ese tiempo, en 1240, cuando Federico II Hohenshtaufen, emperador del Sacro Imperio, decretó separar el oficio de médico y de farmacéutico. Hubieron de pasar cuatro siglos para que este establecimiento de los dominicos comenzara a vender a quienes lo solicitaban, teniendo un magnífico éxito con aceites de baño o aguas de lavanda. La farmacia, aunque continúa en el mismo lugar a día de hoy, ya no pertenece a los frailes, sino al gobierno italiano. 

La que sí comenzó su venta al público en 1422 fue la abierta en Estonia. 

Para acabar, demos un paso atrás en el tiempo y trasladémonos a la América Precolombina. Los aztecas y los incas tenían herbolarios y conocían a la perfección las cualidades de cada planta. Bueno, no sé yo si de todas porque, según he leído, la Amazonia tiene alrededor de 80.000 especies distintas. La principal manera de administrar los remedios eran las tisanas, pero también se usaban colirios o pomadas, a veces de fórmulas enrevesadas, muchas de las cuales se anotaron en el Códice de la Cruz Badiado, el libro sobre las hierbas medicinales de los pueblos indígenas. Este códice fue obra de dos sabios mexicanos del siglo XVI: Martin de la Cruz y Juan Badiano. 

Y ahora me voy a una de esas farmacias con sabor antiguo, a por unas aspirinas. Espero este artículo os haya entretenido.


No hay comentarios: