viernes, 23 de agosto de 2019

Artículo: los baños turcos


En una de las habitaciones se habían dispuesto gradas adosadas al muro; en otra, dos bancos de media altura situados en paralelo, una mesa de aceites y bálsamos polarizaban la luz que filtraba el lucernario de la techumbre; la tercera albergaba un baño circular excavado en el suelo, donde aún no se habían desvanecido los restos de humedad reciente. En oquedades abiertas en los muros se había provisto toallas de lino y una adecuada profusión de velas, así como frascos de esencias. La cúpula, toda ella abovedada, inundaba el conjunto de una calidez acogedora, potenciada por el colorido tenue de pequeñas incrustaciones de cristal coloreado.

Es parte de la descripción del baño turco que Diego tiene en su hacienda de Trujillo, en mi novela Destinos cautivos. Una vez más os invito a compartir parte de la información que hube de buscar para escribir este capítulo.

Lo que se conoce como baño turco o hammán, nació de los baños de la antigua Roma, las termas romanas. Y no eran simples lugares en los que bañarse, no, eran algo así como centros sociales donde los hombres se reunían y charlaban de todo, incluida la política. O sobre todo, de política.

Se extendieron por Oriente medio y por la península Ibérica. Uno de los más conocidos es Baños del Almirante, en el centro mismo de la ciudad de Valencia. El edificio en el que se encuentran es de estilo mudéjar; fueron construidos entre 1313 y 1320 por un caballero, durante el reinado de Jaime II. En la actualidad, una vez reformados, no podemos apreciar cómo fueron en su momento, pero la descripción me sirvió, modificando ciertos aspectos para adecuarlos a la novela, y quiero compartirlo con vosotras:

Lo primero que encontramos es un zaguán y después un vestíbulo rectangular. Los baños constan de tres cámaras conocidas como sala fría, sala tibia y sala caliente, y las paredes son sólidas puesto que así se conserva mejor el calor y la humedad.

La sala fría era de tránsito, disponía de letrinas y desde ella se accedía a la sala tibia, que era donde los hombres pasaban la mayoría del tiempo, conversaban y se daban masajes; por eso mismo se trataba de la más amplia y la más bonita. Me encantó imaginar los tragaluces en forma de estrella con vidrios de colores y me imaginé a mis protagonistas allí dentro de inmediato. ¿Qué mejor lugar para una escena sensual si ambos solo tenían puestas unas toallas?

Desde la sala tibia se podía pasar a la sala caliente, donde agua en ebullición calentaba el piso, de modo que los usuarios vertían agua sobre él, produciéndose el vapor.

A las islas británicas llegaron gracias a David Urquhart, según he leído; era diplomático y, al parecer, le interesó difundir la cultura turca, escribió un libro de los viajes que había hecho por Marruecos y por España y describía los baños turcos. Así pues, en 1856 se abrió el primer baño de este tipo en Blarney, le siguió otro en Mánchester y se extendieron por la rápida aceptación del pueblo, inaugurándose el de Londres en 1860. Quedó patente que a los ingleses les agradaban porque acabaron por disfrutar de unos 600.

En Nueva York se abrió uno en 1863, en Canadá en 1869 y en Nueva Zelanda en 1874.

No me he querido extender demasiado, solo lo justo para que supierais de dónde había sacado la idea para el hammán de Diego Martín y Peñafiel, conde de Bellaste y Elena Zúñiga, en la hacienda Los Arrayales.

2 comentarios:

Serena Miles dijo...

hola,
me encantó Destinos Cautivos. Creo que lo mas me gusta que tus novelas es que estan bien documentadas. Gracias por compartir lo de los baños, disfruto cuando conozco detalles de la forma en la que moldeais un libro... y mas si me ha encantado.
Besotesssssssssssssss

Unknown dijo...

Hola, Serena!
Mil gracias por darme tu parecer a Destinos cautivos y por haber leído el artículo. Disfruto al por contaros las cosas que voy averiguando mientras escribo las novelas.
Un beso muy fuerte!!!

Nieves