jueves, 6 de junio de 2019

¿Has leído Lágrimas negras?

Un poquito de LÁGRIMAS NEGRAS 



Tenía que haber supuesto que buscaría cualquier triquiñuela», se lamentó Thara interiormente, viendo a los niños formar de dos en dos y salir después a escape hacia sus escondites. En segundos, el patio quedó desierto y ella se encontró en una incómoda situación: si se negaba a formar pareja con Gresham arruinaría el juego y si aceptaba... Le entró un sudor frío pensando que podrían hallarse aislados, sólo Dios sabía dónde dentro del rancio y vetusto edificio, que sin duda disponía de más de un recoveco. Nerviosa ante tan perturbadora y a la vez atractiva perspectiva, se mordió el labio inferior, como solía hacer cuando algo la inquietaba. Los profesores, liberados de sus obligaciones por la tarde de fiesta que les permitía dedicarse a sus familias, se despidieron y se marcharon y el clérigo, con aire despistado, se dirigió a su despacho, pidiéndole a Gresham que se pasara por allí cuando acabasen. Los chicos que ejercerían de batidores aguardaban impacientes a que ellos dos se escondieran. James también esperaba, pendiente de Thara. 

«¡Qué demonios! —se dijo ella, agarrando su bolsito decidida—. Encontraré el modo de mantenerlo a raya. Porque quiero mantenerlo a raya, ¿no?» 

Se le aceleró el pulso al verlo a él reírse por lo bajo. Se lo veía tan campante. El muy bellaco sabía que acababa de ponerla en un brete y estaba disfrutando a su costa. ¡Bribón! Eso sí, un bribón realmente atractivo, que conseguía que flaquearan sus convicciones. Por más que lo intentaba, no le encontraba defectos a su físico: ojos oscuros, pómulos pronunciados, nariz romana, labios... Carraspeó al llegar a ese punto, pero sin ser consciente de ello, continuó evaluando su apostura, una apostura que, junto con ese toque de personalidad entre desvergonzada y tierna, hacía imposible que nadie se resistiera a su encanto. 

—¿Qué puntuación obtengo? 

—¿Qué? 

—Me estás evaluando, ¿no? 

—¿De qué diablos hablas? 

—Me has repasado de arriba abajo como si me estuvieras tasando. 

—A ti no te funciona bien la cabeza —le reprochó ella, íntimamente sofocada porque la había descubierto. 

—Es posible, pero me mirabas como un sabueso que olfatea un hueso. 

—¡Oh! 

—Sí, ¡oh! 

—Yo... 

James se puso repentinamente serio y Thara no supo decidir si estaba más guapo así, mostrándose severo, o cuando exhibía su sonrisa pícara. En cualquier caso, le quitaba el aliento. Miró la mano morena, de largos y elegantes dedos, que le tendía. 

—Seré un ángel. 

—Y yo me lo voy a creer. 

—Esperan por nosotros, todos los demás se han escondido ya. 

—Pues que sigan esperando. 

—Moon... 

—¡No me llames Moon! —gritó, porque se le ponía la piel de gallina cuando lo hacía con aquella voz cadenciosa, de íntimos matices, que más que hablar sugería. 

—Como gustes. ¿Prefieres que nos marchemos? No lo creo, ¿verdad? Les estropearías la diversión y no vas a defraudarlos. 

—Prefiero defraudarlos a verme obligada a pararte los pies. Ve con cuidado, no sea que se me dispare un tiro. 

—No llevas tu pistola. 

—¿Eso crees? 

—Está bien, no vamos a discutir ese punto ahora. Si es lo que quieres, recogeré las facturas y nos iremos —dijo, alejándose hacia la salida del patio—. La verdad, Moon, no creía que fueses tan cobardica. —Se paró para mirarla por encima del hombro—. ¿Y tú quieres enfrentarte a un asesino, cuando tiemblas por no sé qué reticencias ante un simple juego? ¡Valiente detective estás hecha!

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