lunes, 25 de febrero de 2019

Artículo: El traje de novia

En esta ocasión, vamos a conocer un poco el origen del traje de novia. Espero que os guste el siguiente artículo.

El traje de novia

¿Blanco, negro, rojo...? 

Hablar de traje de novia es, casi siempre, visualizar a una mujer vestida con un traje largo y blanco, más o menos vaporoso, ajustado o escotado, con velo o sin velo. Sin embargo, no todas las novias se casan de blanco ni este color significa siempre pureza. 

No siempre ha sido el blanco el color elegido para una mujer que iba a contraer nupcias, los colores han cambiado a lo largo del tiempo y se han utilizado distintas tonalidades dependiendo del status social, las creencias o la hipocresía. 

Vayamos un poco hacia atrás para conocer cómo ha ido cambiando la moda en este sentido. 

En la antigua Roma, las mujeres se casaban con una túnica que no tenía que ser especial para ese día, de hecho las más humildes solían utilizar la misma que llevaban a diario, aunque cubrían su rostro con un velo de color púrpura y se adornaban la cabeza con una guirnalda de flores. 

Entre los lombardos, pueblo procedente del norte de Europa, las novias vestían, sin embargo, con una túnica negra y un manto rojo. 

Durante la Edad Media, lo chic era mandar que le confeccionaran un vestido pesado, incómodo y rojo, al que añadían adornos dorados, tanto un color como otro eran la clara representación del poder de la familia de la dama. 

Y si nos vamos hasta la época del Renacimiento, el color de la tela carecía de importancia siempre que el vestido estuviera profusamente adornado con pedrería de calidad, diamantes o perlas. En el cuadro de escuela franco-flamenca que se puede ver en El Louvre, y que representa el baile de la boda entre el duque de Joyeuse y Margarita de Lorena, no vemos mucha diferencia entre los trajes de la pareja y los del resto de los invitados. 

Algo curioso: la infanta María Teresa, en su boda con Luis XIV de Francia, vistió de negro. 

El rojo fue también un color usado para los vestidos de novia en el siglo XVIII, aunque las preferencias de colores cambiaban con la moda del momento. Durante un tiempo, el amarillo fue un color en auge en el siglo XIX. Los colores más populares durante la Regencia fueron azul, rosa y verde. Los colores más oscuros como el negro, marrón oscuro y burdeos eran prácticos para una novia de las clases medias y bajas, pues usarían sus vestidos de novia no solo para ese día sino durante muchos años después y, como es obvio, los vestidos oscuros no mostraban la suciedad en los dobladillos tan fácilmente como las telas de color más claro. 

Como podemos ver, lo del blanco para las novias ha sido una costumbre más cercana a nosotros, nacida en el siglo XIX. ¿La causante? La reina Victoria. Vistió de blanco inmaculado en su boda con el príncipe Alberto. En ese tiempo, la prensa y la fotografía hicieron llegar las imágenes al mundo entero. Millones de personas pudieron ver cómo iba ataviada la novia y las casaderas comenzaron a elegir el color blanco para ellas mismas. Así y todo, hasta el siglo XX no se impuso como moda entre el pueblo llano. Si iban puras al matrimonio, iban de blanco, porque significaba la inocencia. Si no, es decir si habías pasado por la cama antes que por al altar... (aquí viene lo que decía antes de la hipocresía), no estaba bien visto y hasta recriminaban que la muchacha se casara de blanco. Como todo, la moda ha seguido evolucionando y muchas mujeres prefieren un tono champagne a la hora de elegir su traje de novia. 

Al principio, la confección de vestidos y velos para las mujeres que iban a contraer matrimonio, se llevaba a cabo en talleres pequeños, eran auténticos artesanos lo que trabajaban las telas y las joyas. 

Para completar, hagamos ahora un breve tour por el velo. 

Esta prenda se llevaba ya hace 4000 años. Las solteras, como signo de modestia; las casadas, como declaración de sumisión al esposo. 

En la antigüedad se usaba en las ceremonias porque creían que protegía a la novia de malas influencias externas. En las cultura orientales, donde la costumbre era no ver el rostro de la novia antes de finalizar la ceremonia, el velo solo se levantaba después, momento en que el marido podía ver por primera vez la cara de la que era su esposa. 

Tanto entre los griegos como entre los romanos, allá por el IV a. C, el velo transparente y largo hasta los pies era moda en las bodas. Luego, se fue imponiendo el velo facial, relegando al olvido el largo por resultar más incómodo.


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