viernes, 10 de julio de 2020

Artículo: La aldaba

Ahora tenemos timbres, pero en las épocas antiguas no existían estos llamadores modernos, así que en las puertas se colocaba una pieza, más o menos llamativa, de modo que el que llegaba la golpeara contra la madera. A mí me resulta mucho más bonito llamar así en lugar de usar ese estridente sonido de timbre, aunque suene a campanillas. 

Pero ¿qué sabemos de la aldaba? Vamos, demos una vuelta por tiempos pasados y lo averiguamos.

En la Edad Media, por norma, se ponía algo parecido a un martillo pequeño, casi siempre sujeto por una argolla, en el exterior de la puerta de entrada a las casas particulares. Solían ser sencillos, sin muchos adornos, y se usaba el hierro forjado para confeccionarlos. Así y todo, hay verdaderas maravillas. 

Pero siempre ha habido clases, de manera que, dependiendo de la casa en cuestión, ese martillito podía convertirse en el escudo heráldico de la familia, la cabeza de un león ―como las de algunas catedrales del siglo XI o XIII―, en una mano, una cabeza de león, un grifo, la testuz de un caballo o las fauces de un lobo. No faltaban tampoco las aldabas en forma de lagarto, de caballito de mar o incluso de pez, dependiendo de la zona o país. 

Además, al estar sujetas por la argolla, servían también para cerrar la puerta, que en esas épocas eran bastante grandes y pesadas. Golpear la aldaba de una iglesia podía significar pedir refugio, y quienes eran acogidos en su interior estaban a salvo de sus perseguidores.

Todo cae en desuso, pero la aldaba ha permanecido en las puertas de conventos, iglesias y castillos, aunque convertida ya solo en un adorno. Su valor ya es más artístico que otra cosa, aunque algunos pueden alcanzar altas cifras debido a tu belleza y antigüedad. 

Tal vez una de las más hermosas muestras de aldaba la tengamos en la catedral de Bayona. Es de hierro, representa la cabeza de un grifo, tiene la argolla en la boca y es de una esmerada confección del siglo XIII. 

Pero no nos olvidemos de las españolas, de las existentes en alguna calle de Burgos, en modestas casas de Ávila, en palacetes señoriales de Toledo, en mansiones de Barcelona, o en la mismísima catedral de Sevilla, en la que en el centro de la cabeza del grifo tiene una estrella. 

Aunque más raros, también se hicieron aldabones de piedra con variadas figuras.

De la época del Renacimiento quedan aldabas fascinantes, auténticas obras de arte que, por mucho que queramos, nunca quedaran relegadas en un rincón. Tal vez porque al verlas podemos imaginarnos otros tiempos, dejando volar nuestra imaginación. 

***La foto es de pixabay

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi antigua casa (lo que aquí se llamaba una parcela) que era compartida, en la puerta de entrada, de madera, tenía una aldaba con forma de puño. Ya no existe, hace unos 20 años tiraron las parcelas de esa calle
Sumaga

Unknown dijo...

Esa una pena que haya desaparecido, porque de verdad que tenían algo de especial esas aldabas antiguas, y le daban empaque a las puertas.
Gracias por comentar, guapísima.
Montón de besos.

Nieves