martes, 7 de enero de 2020

Artículo: El calendario

A pesar de que contar los días y desear que llegue el fin de semana, nos va acercando a nuestro final (no me quiero poner pesimista, pero así es), el ser humano siempre ha querido y ha tenido la necesidad de controlar las fechas. Pero no siempre se tuvo un móvil para ver el día, o un calendario de esos en los que pueden aparecer bomberos. Cómo surgieron, puede ser interesante de ver. 

Desde siempre, nuestro satélite ha sido una de las principales bases para calcular el tiempo y, guiándose de las fases lunares podían saber el transcurrido. Esto eran los calendarios lunares, que ayudaban a determinar cuándo acababa un año y empezaba otro. Pero no solo se quería saber eso, se necesitaba más, dividir esos años en estaciones dependiendo de si hacía calor o frío. 

Los pueblos de la antigüedad nos han ido dejando sus aportaciones, todas ellas importantes, así que me gustaría repasarlas con vosotros. 

Al parecer, fueron los sumerios quienes inventaron el primer calendario. Dividieron el día en doce partes y cada una de ellas en otras treinta. Sin embargo, fue el pueblo de Babilonia el que dejó el día tal y como lo conocemos ahora: 24 horas divididas en sesenta minutos. No era perfecto, desde luego, puesto que existía una descompensación que solucionaron añadiendo un mes más a su calendario anual. 

Alrededor del 1800 a.C. los egipcios también medían el tiempo, pero para ellos el dios supremo era Ra, el sol, y por él se guiaban. Nadie ignora que este pueblo era el que más conocimiento tenía de astronomía, que incluso sus construcciones guardaban un equilibrio entre las distancias del cosmos y sus estructuras. Fueron ellos los que se dieron cuenta de que el año podía dividirse en 365 días. 

Los griegos usaban el calendario solar y sus conocimientos ayudaron a llevar un orden más o menos cronológico de los años que transcurrían. 

En el año 45 a.C. los romanos cambiaron las cosas. Julio César puso en marcha el calendario juliano, de 365 días, considerando como bisiestos los años que fueran múltiplo de 4. 

De una forma u otra, el calendario seguía siendo imperfecto, había desfases. No muy grandes, pero lo suficiente como para que los astrónomos no cesaran de intentar hacerlo más perfecto. Y por fin, en 1582, Gregorio XIII, Papa, quiso se revisara con el fin de ajustarlo. Al calendario romano le sobraban días, los que César añadió a los 365 pensando que era lo correcto. Gregorio mandó eliminarlos, hicieron un salto el 4 de octubre pasando directamente al 15 de octubre. Fue el comienzo del calendario gregoriano. 

Es curioso saber de dónde viene el nombre de los meses del año, y el de los días de la semana. Cada mes está relacionado con un dios o un personaje importante: 

Enero, con el dios Jano; febrero, con el dios Februs; marzo, con el dios de la guerra, Marte; abril está dedicado a la diosa Venus; mayo a la diosa Maya; junio a la diosa Juno; julio se puso en honor a Julio César; agosto en memoria del emperador Augusto; septiembre no está dedicado a ningún dios, se lo llamó así por ser el mes séptimo del calendario romano, que se iniciaba en marzo; octubre era el octavo y viene del vocablo octo; noviembre viene del latín novem y era el que ocupaba la novena posición; diciembre estaba dedicado a la dios Vesta. 

Los nombres que se le dieron a cada día de la semana, sin embargo, tiene que ver con la Biblia, y con la creencia de la formación de la Tierra y el firmamento. El lunes es el día de la luna, el martes el de dios de la guerra, el miércoles el día de Mercurio, el jueves el de Júpiter, el viernes el día de Venus, el sábado viene del hebrero Sabbath, y el domingo es el día del Señor, cuando, supuestamente, descansó después de crear todo. 


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