miércoles, 13 de noviembre de 2019

Artículo: La segunda cruzada

En mi novela Orgullo sajón, Corazón de León interviene en la Segunda Cruzada mientras Inglaterra se desangra entre intrigas y luchas feudales. Es un tema que me apasiona, a pesar de no haber estado nunca de acuerdo en que la Iglesia utilizara la creencia de la gente para llevarlos a la lucha. Hube de buscar información sobre el asunto, y me gustaría compartir con vosotros parte de ella. Solo me centraré en esta segunda cruzada. 

Fue el Papa Eugenio III quien convocó esta nueva ofensiva, como represalia a la caída de Edesa, condado fundado en mitad de la Primera Cruzada, hacia el 1098 por Balduino I de Jerusalén. Aunque en realidad, quien la impulsó fue Bernard de Fontaine, conocido como Bernardo de Claraval, un monje de la orden del Císter. 

Esta cruzada se llevó a cabo entre 1147 y 1149. Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania la dirigieron, apoyados por numerosos nobles, yendo a ella por separado. Aunque los ejércitos eran numerosos, fueron derrotados por los turcos. Parece ser que el emperador bizantino, Manuel I de Comneno, tuvo que ver bastante en este asunto. Sin embargo, no todo parecía estar perdido. En el mes de mayo de 1147, unos doscientos barcos partieron desde Inglaterra con tripulaciones formadas por flamencos, normandos, ingleses y escoceses, alemanes y franceses. Atracados en el puerto de Oporto, se convenció a los cruzados para ayudar a Alfonso I de Portugal a liberar la ciudad de Lisboa, que estaba tomadas por los árabes. Aceptaron, consiguiendo hacerse con Lisboa en octubre para entregársela al rey portugués. Ahora bien, primero la saquearon. Sí, hacían esas cosas, no eran hermanitas de la caridad ni de lejos; muchos de los hombres que se unían a estas expediciones solo buscaban sacar tajada, no nos engañemos. Algunos de ellos se afincaron en la ciudad rescatada y otros, la mayoría, partieron hacia Jerusalén en febrero de 1148. Y es que Jerusalén prometía conseguir más riquezas. 

Una vez más, a lo largo de la Historia, el pueblo judío pagó las consecuencias. Se les acusó de negarse a contribuir en la financiación del rescate de Tierra Santa y, como consecuencia, se les mató indiscriminadamente. 

Pero retrocedamos un poco y analicemos la Segunda Cruzada desde dos frentes: la de los alemanes y la de los franceses, ya que, como hemos expuesto antes, los ejércitos fueron por separado. 

En la alemana, el rey Conrado estaba acompañado por el futuro emperador, Federico I, y contaba con casi 20.000 hombres. Llegaron a Constantinopla, cruzaron el Bósforo y alcanzaron Anatolia, pero hubo incidentes y en Nicea Conrado decidió dividir a su ejército de modo que unos fueran por la costa y otros por el interior. Cuando ya creían que se alzarían con la victoria, fueron emboscados por los turcos y masacrados. Viéndose perdido, Conrado escapó a Nicea dejando atrás hombres y botín. Sus enemigos tomaron prisioneros a los que no mataron, para venderlos como esclavos.

En cuanto al ejército comandado por Luis VII de Francia, llevaba en sus filas a hombres tan importantes como Thierry de Alsacia, Amadeo III de Saboya o Guillermo VII de Auvernia, uniéndose a cruzados normando e ingleses. Marcharon hacia Jerusalén y consiguieron llegar a Antioquía tras librarse de una peligrosísima tormenta. En el camino, moriría Amadeo de Saboya. Tras muchas deliberaciones, decidieron atacar Damasco, pero los musulmanes estaban bien preparados, comenzó a escasear el agua y la comida, el peligro era mucho y la promesa de grandes tesoros se diluía. Por tanto, los cruzados se negaron a seguir combatiendo, se dispersaron y fue el fin de la Segunda Cruzada. 

En resumen, que de los miles de hombres que salieron de Europa, regresaron unos cuantos, sin gloria ni botín y, años después, Saladino conquistaría Jerusalén, provocando la Tercera Cruzada.


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