lunes, 5 de agosto de 2019

Artículo: Los duelos

¿Queda muy romanticón eso de que el caballero rete a otro por el honor de su dama? Está pasado de moda y, por muy novelesco que resultara, yo no hubiera sido partidaria de ellos. Sin embargo, duelos mil ha habido a lo largo de la Historia y creo que merece la pena saber un poco más sobre ellos.

Los duelos han existido siempre, desde la prehistoria. Eran siempre uno contra uno y vienen de antiguo. De hecho, los vikingos solían retar a otro por diversas causas, y este tipo de enfrentamiento se conocía como hólmganga. Un modo aceptado por la sociedad para resolver disputas, se llevaban a cabo en un espacio delimitado del que los contrincantes no podían salirse, y si el que era retado no aceptaba el desafío, era reprobado socialmente. Salirse durante la contienda de ese círculo, significaba perder. En mi novela Alma vikinga, describo el duelo entre el protagonista y su hermano; me resultó muy interesante enterarme de los pormenores de esta práctica entre los hombres del norte porque aquí, lejos de acudir solo con una espada, iban armados hasta los dientes.

En la Edad Media se llamaban justas, y los caballeros se enfrentaban montados en su caballo de batalla y portando una lanza. No quitaba eso que, si uno de los dos caía, pudieran continuar la pelea en el suelo y con espada. ¿Quién no recuerda el duelo entre Ivanhoe y su rival? Al ordenar a un caballero se le daba una palmada en la cara. Un ritual que significaba que aquella debía ser la última vez que aceptara ser golpeado sin desafiar al contrario. Si un hombre golpeaba a otro con un guante, estaba obligado a batirse, so pena de ser denostado por cobarde. Pero no hay que confundir este tipo de duelos con los torneos medievales, que eran enfrentamientos para entretener al pueblo y, de paso, ganar una buena bolsa de dinero. O perder hasta las calzas, claro.

La Iglesia condenó esta práctica en el 1215, pero no pudo impedir que continuaran llevándose a cabo porque el honor, siempre era el honor. Hasta cierta época, la sociedad no vio mal que dos hombres se enfrentaran en un duelo, no se consideraba asesinato matar al contrincante y, además, el que ganaba era bien mirado. Durante el Renacimiento, era el modo habitual de resolver disputas.

En el XVIII se llevaban a cabo a espada o pistola. Si os molestáis en buscar pistolas para duelos, encontraréis auténticas maravillas fabricada en exclusiva para ellos. Y existía todo un ritual para el enfrentamiento: ambas partes elegían un padrino y se acordaba el lugar en el que se batirían. Solían elegirse sitios apartados donde solamente los contrincantes, los padrinos y un médico ─que asistía al que cayera herido─, fueran testigos de la pelea. Antes de batirse, si era a pistola, se revisaban las armas, evitando así que alguna pudiera funcionar mal y se diera ventaja a uno de los duelistas.

Si el duelo era a espada, el que había sido ofendido podía elegir varios tipos de enfrentamiento:

  • A primera sangre, es decir, cuando uno de los dos hubiese sido herido, por leve que fuese esa herida.
  • A herida de gravedad, lo que significaba que uno de los dos adversarios quedaba imposibilitado de continuar la pelea.
  • A muerte. Aquí no hace falta que se explique más, ¿verdad?

Cuando el duelo era a pistola, cada duelista podía disparar una vez. Se colocaban espalda contra espalda, daban los pasos que se habían acordado de antemano, se volvían y disparaban. A veces, ninguno de los dos acertaba porque, por muy bonitas que fuesen aquellas armas, todo artesanía, fallaban más que un petardo de feria. Así que, si el ofendido creí que su honor estaba satisfecho, acababan y cada uno por su lado. En caso contrario, podían seguir recargando y disparando sus armas hasta que uno de los dos cayese muerto. No era lo habitual, normalmente se disparaba una sola vez porque nadie veía con buenos ojos repetir el proceso. En muchas novelas, por una u otra causa, el protagonista, que se ha visto forzado a batirse, dispara al aire. Valiente sí, desde luego, pero, si se enfrenta a un desaprensivo, le deja todas las de ganar cuando le tocara apretar el gatillo. Eso sí, es más romántico.

Duelos famosos: 

  • En 1806 Andrew Jackson, que llegó a ser presidente de Estados Unidos, se enfrentó a pistola, violando toda ética: se le encasquilló el arma, su oponente disparó por error y Jackson, destrabando su arma, volvió a disparar a su rival; esa acción no le dejó en buen lugar puesto que, según las normas, había perdido ya su turno.
  • Arthur Wellesley, primer duque de Wellington, se enfrentó con el 10º conde de Winchilsea; ambos dispararon sus pistolas al aire, demostrando que eran hombres inteligentes.
  • Corría el mes de marzo de 1870 cuando Antonio de Orleans, duque de Montpensier, se enfrentó a Enrique de Borbón, duque de Sevilla, en la escuela de tiro de la Dehesa de Carabanchel. En este duelo, el de Orleans perdió la posibilidad de subir al trono de España y el de Borbón perdió la vida.

Curiosidades que he encontrado por ahí:

Un modo de no enfrentarse dos caballeros llamados Akenside y Ballow, y quedar ambos bien ante la sociedad: uno juró que no se batiría por la mañana y el otro que no se batiría por la tarde. A nadie debió ocurrírsele preguntarles si se enfrentarían durante la noche.

Espero que este artículo os haya entretenido y os doy las gracias por leerlo.

No hay comentarios: