sábado, 29 de junio de 2019

Artículo: Bedlam

El "Bethlem Royal Hospital" de Londres es el manicomio más antiguo del mundo. Fue inaugurado por Simon FitzMary en el año 1247 con el fin de albergar a todo tipo de "lunáticos" y enfermos mentales. Sin embargo, gracias a sus métodos brutales, pronto empezó a conocerse como el Hospital de "Bedlam", que en inglés significa confusión o follón. El nombre se lo pusieron los londinenses que escuchaban los gritos que salían del edificio, gritos de locos enjaulados o encadenados a las paredes. El látigo y las cadenas eran el habitual "tratamiento" para los pacientes. 

A principios de siglo XVII Bedlam era el único hospital para enfermos mentales del país. La mayoría de los pacientes eran vagabundos, aprendices y sirvientes. Había unos pocos estudiosos y caballeros. Medio siglo más tarde Bedlam era un lugar muy concurrido, ruidoso y contaminado. El manicomio llegó a estar tan sucio y destartalado que a mediados del siglo XVII, en 1673, se decidió trasladar el hospital a un nuevo y moderno edificio en el Moorfields - lo que hoy es Finsbury Circus. 

A partir del siglo XVIII, se puso de moda entre los caballeros y damas ingleses acudir al hospital de Bedlam para pasar una tarde de diversión. Por apenas un penique, los ingleses adquirían un pase para el gran zoológico humano. La visita de esa casa de locos era una de las grandes diversiones dominicales de los londinenses. Los visitantes pasaban por esas verjas llamadas "penny gates", porque la entrada costaba muy poco. El visitante tenía derecho a recorrer todas las divisiones, las celdas, hablar con los enfermos, y burlarse de ellos. Podían darles de comer o de beber alcohol para estimularles. Las visitas se suspendieron en 1770 "porque perturbaba la tranquilidad de los pacientes". A finales del siglo XVII, el nuevo hospital de Bethlem era tan decadente y desolador que en 1807 se decidió trasladar otra vez al hospital a un nuevo edificio construido entre 1812-1815, en San Jorge Campos en Southwark. Las restricciones y los castigos físicos siguieron siendo la norma (un paciente permaneció encadenado durante 14 años). 

No fue sino hasta mediados del siglo XIX, cuando el hospital fue objeto de la inspección regular del gobierno y la política de tratamiento cambió. Después de las investigaciones, donde fueron muy críticos con el sistema, se empezó a aplicar el tratamiento y no el castigo. Se comenzó a tener ocupados a los pacientes y a darles sedantes, somníferos y fármacos para el corazón. Las estancias fueron adecuadas para hacerlas cómodas y los guardianes sustituidos poco a poco por enfermeras. 

En el hospital de Bedlam no faltaron huéspedes ilustres: James Hadfield, que intentó matar al rey Jorge III. James Tilly Matthews, un comerciante que decía que Inglaterra iba a ser atacada por espías montados en telares voladores controlados por la mente. Louis Wain que estaba obsesionado por los gatos, dibujándolos fumando, tomando el té o jugando al bridge. Richard Dadd estaba obsesionado con las hadas. Mató a su padre con un machete y le encontraron una lista con las personas que iba a eliminar, entre ellas el Papa, por orden del dios egipcio Osiris. Recluido en Bedlam, realizó pinturas que ahora están en la Tate Gallery de Londres.

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