jueves, 31 de enero de 2019

Artículo: La bacinilla

A ver si os gusta este nuevo artículo que os traigo hoy: 

La bacinilla

¿Por qué ocultarla? 

Al igual que el excusado, parece que no somos muy adictas a sacar este utensilio, imprescindible en las casas de nuestros protagonistas de novelas románticas. Una lástima, porque había verdaderas obras de arte escondidas debajo de las camas. 

Vamos a darnos una vuelta por la Historia y conocer este menoscabado aparatejo un poco más. 

El perico, como también se conoce, viene de antiguo; se dice que han descubiertos algunos de hace unos 3200 años. Existen también evidencias que ya eran objeto de uso común entre los egipcios, y entre los guerreros de Xian, en la antigua China. 

En Egipto podían ser de cerámica y en el Imperio romano, donde se llamaban matula, de bronce; tanto en una época como en la otra, constituían parte del mobiliario y, dependiendo del poder adquisitivo de la persona, estaban más o menos decorados. Algunos, incluso, los encargaban de plata. Porque podían y porque siempre era más fino hacer pis en un orinal con clase. Digo yo que sería por eso. Dicen que Luis XIV tenía dos de plata maciza, en los que se habían grabado las armas reales, y que algún listo le birló uno de ellos y nunca más se supo. 

A partir del siglo XVII su fabricación comenzó a ser de porcelana. Algunos con ojo pintado en el fondo y la inscripción “Te veo”, porque la imaginación es gratis, como el miedo, y el humor siempre ha estado en primera línea. También encontré una reseña en el blog Esculapio, de Fernando Monreal, que me hizo gracia y que os pongo literalmente: durante la Segunda Guerra Mundial, una fábrica inglesa puso de moda un orinal con la inscripción en el borde: ¡”Hazlo sobre este viejo antipático”!, y en su fondo, la caricatura de Hitler. Cuando se levantaba del suelo sonaba el himno británico. 

¿Sabíais que los había especialmente diseñados para las señoras? Pues sí. Tenían una forma distinta a los que conocemos y se denominaban bourdaloue, con la parte frontal algo más alta, de modo que las damas pudieran desahogarse puesta en cuclillas o de pie. Que pudieran salpicarse la ropa o no, era ya otro asunto; lo primordial era quedarse a gusto. Según he leído por ahí, el nombre vino dado porque existió un sacerdote, allá por el 1600 y pico, que daba unos sermones tan largos en su iglesia, que las damas no podían aguantarse las ganas de hacer pipí. Y como quedaba feo marcharse a mitad del sermón, las criadas colocaban estos orinales debajo de sus amplísimas faldas y ¡voilá! Todo arreglado sin tener que ser víctimas de las malas caras del cura. Si es que lo que no se nos ocurra a los humanos… 

Otra cosa era luego vaciarlos, en algunas épocas, al grito de “agua va”, aunque no fuese solo agua lo que tiraban por las ventanas. 

En el museo del orinal se pueden encontrar auténticas obras de arte. ¿Qué si existe el Museo del Orinal? Pues sí; podéis verlo en Ciudad Rodrigo, Salamanca, con más de 1300 piezas. 

Espero que os haya gustado. 

Gracias por leerlo. 


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