martes, 22 de enero de 2019

Artículo: Hablemos del retrete


He leído por ahí, que los retretes separados para hombres y mujeres aparecieron por primera vez en un baile de la alta sociedad en París en 1739. Desde aquí me he puesto a investigar. 

¿Os habéis preguntado alguna vez el motivo por el que nuestros protagonistas no aparecen nunca en un excusado? ¿Es que no queda bien? Pues no, no queda bien. Que yo recuerde solo hice mención a que la chica iba al excusado en una novela, y porque quería contar cómo eran los que existían en los antiguos castillos. 

Hace ya 4000 años, los cretenses utilizaban una especie de retrete que era una cisterna, una taza y un desagüe. Más o menos como los actuales. Y en Oriente, donde la limpieza era un asunto religioso, 3000 años a.C. ya existían instalaciones de retretes en las casas. Se han encontrado vestigios con cañerías de barro y grifos para el agua. Vamos, que no hemos inventado nada nuevo. 

Los cuartos para el aseo más perfectos de la antigüedad eran los que usaba la realeza en Creta. Tenían bañeras que tomaban y soltaban el agua mediante cañerías hechas de piedra que, con el paso de los años, fueron sustituidas por cerámica. Disfrutaban de agua caliente y fría, llevando los detritus fuera de los palacios. Y el retrete, en concreto, se completaba con una cisterna en la parte superior, que recogía el agua de la lluvia o era llenada a mano. 

Los escoceses fueron también unos de los primeros en habilitar cuartos de baño. He conseguido saber que los pobladores de las Orcadas, justo frente a la costa escocesa, se servían de un sistema de letrinas, construcciones muy rústicas que unían las viviendas a los distintos torrentes. De ese modo podían hacer sus necesidades sin tener que salir al exterior, en un clima desapacible. 

Tampoco los egipcios se quedaron atrás, como es lógico en una civilización que nos ha dado muestras de ir por delante en muchas cosas. Ya en el 1500 a.C. los nobles egipcios contaban con baños que llevaban el agua fría y caliente por medio de tuberías. Como en otras culturas, la limpieza del cuerpo era tema religioso. Se dice que los sacerdotes tenían que tomar varios baños fríos al día para purificarse. 

Por su parte, los judíos defendían que la limpieza del cuerpo era igual a una moral pura, de modo que los baños también eran rituales y en el 1000 a.C. se construyeron a lo largo y ancho de Palestina obras públicas que facilitaban el acceso de agua. 

Los romanos tenían letrinas múltiples, podemos verlas en grabados, y los hombres, sin pudor alguno, se sentaban unos junto a otros y charlaban o leían mientras orinaban o aflojaban el vientre. 

Ahora bien, lo que debería haberse ido perfeccionando hasta nuestros días, tuvo un período de oscuridad. Los avances de indios, egipcios, romanos o cretenses respecto al retrete, desaparecieron como por arte de magia entre los siglos V y XV. Hemos visto películas y leído libros haciendo referencia a calles donde los excrementos de animales se mezclaban con los humanos, donde las personas se aliviaban en cualquier parte. Los más afortunados, usaban las bacinillas que, eso sí, a veces eran verdaderas obras de arte, para que luego los criados las vaciaran en la vía pública. Los orinales, o tazas de noche, parece que fueron inventados por los romanos, poniéndole el nombre de «matula».No he podido constatarlo, lo siento. Pero lo llamaran como lo llamasen, no fue mala la idea, al menos hasta que las calles empezaron a tener problemas de salubridad por el vaciado de los mismos. 

Parece que más tarde, tras esos siglos de dejadez, volvió de nuevo la claridad a la mente de las personas, o los gobernantes tomaron medidas drásticas para evitar que las calles de sus ciudades fueran un foco de infección. 

Así, en 1597, John Harington desarrolló el retrete de válvula, al que puso el nombre de Ajax, y que se instaló en Richmond, en el palacio de Isabel I. En 1775, John Cummins patentó un retrete con cisterna. Viendo las múltiples virtudes de los sanitarios, por medio de un acta de la Salud Pública inglesa, se ordenó instalar inodoro en todas las casas. Y como «culo veo, culo quiero», nunca mejor dicho, en 1890 estaba extendida la moda por toda Europa. 

Como curiosidad, encontramos el libro de buenas costumbres de Erasmo de Rotterdam, erudito humanista del siglo XVI, sobre las normas a seguir en los cuartos de baño. Una de ellas dice que resulta muy descortés saludar a alguien mientras se esté orinando o defecando, que lo mejor es hacer como que no le hemos visto. También indica que lo ideal es disimular con una tos fuerte el sonido que pueda producir otra persona al soltar un pedo. ¿Habéis tomado nota? 

El retrete más espeluznante está en Guadalajara, México, construido sobre el hueco de un ascensor, en el piso 15. El que tenga bigotes, que se ponga a hacer pipí ahí dentro. El más caro, de oro puro la taza, el techo y las paredes, está en Hong-Kong. El papel higiénico no es de oro, porque rasca. Tres toneladas de oro de nada. Una bagatela.

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