miércoles, 20 de octubre de 2010

LA PERLA DE NAINARJI (Extracto del capítulo 3º)


Os pongo otro trocito de la novela.


III

1765. NAINARJI. COSTA DEL MAR EGEO.

Los vientos procedentes del mar procuraban un clima mediterráneo a la ciudad. A lo lejos, el río, poco caudaloso en aquella época del año, no era sino una delgada línea azul en el horizonte. A la derecha, las montañas, más lejanas aún. Y al frente, la costa. Ensenadas, islas y promontorios en los que se había perdido cuando era niña y en los que seguía perdiéndose ahora.

Jennifer suspiró mientras en su boca se formaba una sonrisa juguetona.

-Mi señora...

Se volvió al escuchar la voz, un poco molesta al ver interrumpido el idílico momento. Pero sonrió de inmediato al ver a la mujeruca que la observaba desde la entrada de las dependencias. Era delgada, no muy alta, de penetrantes ojos oscuros, grandes y vivarachos a pesar de su edad.

-¿Cuántos años tienes, Sharia?

La pregunta le sorprendió, pero no lo demostró.

-Demasiados, mi señora.

-¡Oh, Sharia! ¿Debes ser tan estricta, aún cuando estamos a solas?

La otra sonrió apenas. No, claro que no era necesario estar tan estirada cuando se encontraba a solas con la joven.

-Las costumbres son difíciles de olvidar, DENMA –utilizó el nombre por el que la llamaban allí y no el otro, el nombre infiel que le fue puesto después de marchar de Nainarji, hacía ya mucho tiempo.

-Ven aquí y siéntate conmigo –rogó Jennifer. Señalando los almohadones de vivos colores primorosamente tirados junto a la balconada-. Nadie me ha puesto aún al corriente de lo sucedido durante este tiempo y necesito estar al día.

-¿Tu padre no habló contigo?

-Está muy ocupado con sus temas de estado –se quejó-.

Sharia aceptó tomar asiento a su lado, aunque lo hizo a dos metros.

-¿Ha habido algún nacimiento?

-Cinco. Una niña y cuatro varones.

-¡Jesús! –exclamó. Y rectificó de inmediato- Quiero decir, alabado sea Alá.

La anciana Sharia no pudo remediar echarse a reír al ver el gesto abrumado de la muchacha.

-Conmigo, Deyma, no hace falta que disimules. Eres más inglesa que turca, a qué engañarnos. Pasar en Nainarji un mes o dos al año no va a hacer de ti una buena creyente.

-No, ¿verdad? –sonrió la muchacha-.

-De todos modos, cuida tu lengua cuando estés frente a nuestro señor –advirtió-. Dudo mucho que a él le hagan gracia esas exclamaciones tan occidentales.

Ahora fue Jennifer quien dejó escapar una carcajada. Se tumbó en los cojines y jugueteó con el velo que cubría su cabeza y su rostro cuando debía salir de aquellas dependencias.

-Osmar no puede pretender que sea como una de sus ikbals.

-Eres más que eso, niña –la regañó-. Eres el fruto de su amor por una mujer que le llevó casi a la locura. En realidad, de la única mujer que ha amado de veras en toda su vida. Aún ahora, después de tanto tiempo, me preguntó cómo fue que os dejó ir a tu madre y a ti. Casi perdió la razón cuando el barco que os llevaba a Inglaterra levó anclas. No comió ni durmió durante días y se dedicó a beber kanyak como un bellaco.

-Lo sé, Sharia, lo sé. Me lo has contado muchas veces. Mi madre también le echa de menos, aunque nada dice. A veces la encuentro apoyada en la ventana mirando sin ver hacia el horizonte, hacia aquí.

-No debió marchase nunca. O mejor, Osmar no debió dejarla partir de Nainarji. Cuando una mujer es una kadine, ha obtenido el mayor regalo de su vida.

-Mi madre no opina así. Ella es inglesa. Se enamoró de mi padre y aceptó vivir aquí, en su harén, como la esposa principal, convencida que tarde o temprano acabaría por acostumbrarse a que él llamara de cuando en cuando a sus otras mujeres a su cama. Pero no lo pudo soportar, era superior a sus fuerzas.

-Mente inglesa.

-Mente occidental, Sharia –sonrió-. ¿No entenderás nunca eso? Allí, las cosas son distintas. Los hombres se casan con una sola mujer y le son fieles hasta la muerte –rió con ganas cuando la otra alzó las cejas-. Bueno, al menos son más discretos.

-Quieres decir que son más falsos.

-No. Quiero decir que son más discretos –repitió. Siempre resulto difícil explicar a la encargada del harén de su padre la forma de pensar occidental-. No está bien visto que un hombre tengas varias mujeres… legales.

-¡Já! Pero está aceptado que un hombre tenga muchas mujeres ilegales. ¿En qué posición quedan entonces las mujeres? ¿Qué beneficios obtienen? ¿Quién les da de comer, las viste, cuida de ellas?

-Oh, Sharia…

-Dejemos el tema –la anciana se levantó-. Llevo demasiado tiempo tratando de entender el motivo por el que Osmar se casó con una inglesa, por qué la dejó marchar y por qué no te retiene a ti más tiempo. Mi cabeza no está ya para pensar tanto, tengo suficientes preocupaciones manteniendo el harén el orden, evitando que las preferidas de tu padre se maten unas a otras comidas por los celos. Y en darle gusto a él.

-Cosa que no haces demasiado bien –sonó una voz dura a espaldas de la mujer-.

Sharia respingó y se giró. De inmediato, se puso de rodillas y agachó su enflaquecido cuerpo hasta que la frente tocó el mármol de las losas del suelo.

Osmar se inclinó para tomarla de un brazo y alzarla.

-Tus huesos no están tan fuertes como para hacer gimnasia, mujer.

Jennifer rió con ganas y Sharia, gruñendo algo ininteligible entre dientes, hizo una corta reverencia y se alejó, dejándolos a solas.

Osmar, amo y señor de aquel pequeño país independiente en la costa del mar Egeo, observó a la joven que seguía tumbada sobre los cojines. Ella le sonreía y en sus ojos, profundamente azules, adivinó el amor que le llenaba de gozo mucho más que sus tierras, sus súbditos, sus mujeres o sus caballos y camellos.

-¿Las costumbres inglesas no permiten dar un abrazo a un padre? –preguntó en tono seco-.

Jennifer se sintió alborozada. Se levantó, corrió hacia él y se le lanzó de un salto que no le pilló desprevenido. Al contrario, Osmar abrió los brazos y la tomó al vuelo, estrechándola contra su pecho. Jennifer se abrazó a su cuello y estampó dos sonoros besos en sus mejillas, haciéndole protestar. Cuando la dejó en el suelo, ella hubo de alzar la cabeza para mirar aquellos profundos ojos negros del hombre que le diera la vida.

-Noté tu ausencia como una daga clavada en el corazón, Deyma.

-Te quiero, papá –se abrazó a su cintura-.

Osmar tomó asiento con las piernas cruzadas y aguardó a que la joven se tumbara de nuevo a su lado. Extendió la mano y acarició la seda de su cabellera negra y espesa, maravillándose de su textura y recordando otro cabello idéntico.

-¿Cómo está ella? –preguntó con voz ronca-.

-Hermosa.

-Siempre lo fue.

-Sí.

-¿Es feliz?

Jennifer la miró y clavó sus ojos en los del hombre. También ella se preguntó en ese momento cómo su madre había decidido abandonar aquel pequeño paraíso y marchar con ella a Inglaterra. Osmar era el hombre más atractivo que ella conocía. Alto, moreno, de ojos negros y penetrantes, nariz un poco aguileña, mentón fuerte, pómulos salientes. Lady Laura no podía argumentar jamás que no hubiera sido bueno con ella, porque era el hombre mejor de la tierra.

-No, papá –le dijo-. No es feliz.

Las mandíbulas de Osmar Hamid se tensaron y sus ojos evitaron los de su hija.

-¿Hasta cuándo vas a quedarte?

Su pregunta le sonó a Jennifer como el lamento de un hombre falto de cariño, como el que pide una limosna. Reposó su cabeza sobre la rodilla derecha y dijo:

-Quiero perfeccionar el árabe. Además he decidido que voy a licenciarme en Historia de Oriente.

-Y eso ¿qué significa?

-Que en esta ocasión dispondremos de más de dos meses para estar juntos.

El pétreo rostro perdió la rigidez y su sonrisa fue un fogonazo de blancos dientes.

-Alá es siempre misericordioso –dijo-.


(Extracto de otro capítulo)



9 comentarios:

Natàlia Tàrraco dijo...

Ohhhh Nieves de mi corazón, ya me tienes tendida en ese deván otomonao mirando al Egeo con los ojitos azules de Jennifer.
El amor de Omar padre es enternecedor y su añoranza ¿cuando visitará a esta niña un amor parejo? ¿ojos verdes?

Besitoooos.

Anabel Botella dijo...

Espero otro capítulo. Me gusta que esta historia se sitúe en otra cultura diferente a la nuestra.

Anónimo dijo...

Que capítulo más bonito Nieves. Muchas gracias por este ratito tan hermoso.Eres fantástica.
Por cierto ya tengo tu PRECIOSO LIBRO CON SU PRECIOSA PORTADA!!. Me he escapado a la hora de la comida así que esta noche empiezo!!
CReo que lo voy a devorar!! ja ja ja
Un besazo enorme
Marta

Nieves Hidalgo dijo...

Natália, te cambio el diván por mi silla de trabajo.

Anabel, gracias por pasarte por aquí siempre.

Marta, espero que dentro de poco podemos poner una novela completa.
¿Tienes el libro ya? Qué modo de correr. Bueno, pues ya me dirás si te gusta.

Chicas, de verdad, sois un amor.
Besos a las tres.

Marta L.Esteban dijo...

Que momento tan entrañable y que bonito ese amor entre padre e hija.
Una vez mas gracias por regalarnos otro estracto de tu obra. Seguro que será preciosa.

¡Un abrazo muy fuerte!

Carolina dijo...

Alá es misericordioso menos con nosotras, que nos quedamos apabullás y con ganas...
Besotes orientales con sabor a especias...

Nieves Hidalgo dijo...

Marta, Carolina... ¡Os quiero!

Saya dijo...

Hola!!

Me acabo de leer los tres extractos de un tirón, y el que más me ha gustado ha sido este último sin duda. Me gusta Osmar y también Deyma ( me encanta el nombre ;)) este libro también lo pubicarás??? Porque me encantaría tenerlo en papel en mis manos!

En mi próxima visita a la librería buscaré Luna de Oriente, que vi el trailer de tu hijo y me dejó con más ganas de las que tenía ¬¬

un besazo Nieves!

Nieves Hidalgo dijo...

Saya, no puedo publicar todas. jajaja.
Pero me encanta que te haya gustado.
Gracias por entrar.

Mil besos