sábado, 16 de octubre de 2010

LA PERLA DE NAINARJI (Extracto del capítulo 1º)

I

JORGE III SUBE AL TRONO DE INGLATERRA


LONDRES. 1760

La tradición atribuye algunas piezas a los comienzos del siglo XI. La corona de San Eduardo, utilizada en el momento de la coronación, se dice que fue hecha con la corona original de Eduardo el Confesor y cada diamante y joya tiene una historia propia. El gran Rubí en el frente es el del Príncipe Negro; el diamante debajo del rubí es la Segunda Estrella de África –una de las nueve piezas en que se cortó el diamante Cullinan-.


Príncipes y princesa, pares y paresas, condes, duques, marqueses y hombres del clero, así como importantes personajes de la política, estaban allí reunidos. La ceremonia iba a comenzar y nadie deseaba perderse tan gran acontecimiento. Todos trataban de mostrase dignos de haber sido llamados para presenciar la coronación del hombre que subiría al trono de Inglaterra como Jorge III.


Todos, excepto Peter Connery quien, al lado de su flamante esposa, aguardaba muy estirado. Hubiera supuesto una falta grave no acudir a la llamada del inminente soberano, por eso accedió. Sin embargo, sabía que su presencia, al igual que la de otros importantes hombres irlandeses, era solamente una pantomima. Inglaterra no cesaría en sus intentos de someter a Irlanda y ellos no dejarían de reclamar su independencia y soberanía. De todos modos, allí estaba, luciendo sus mejores galas y soportando las miradas de admiración que muchos hombres lanzaban a Mariam, su eposa.


Cuando el arzobispo de Canterbury y los grandes oficiales del Estado, llevaron a Jorge por turno a las cuatro esquinas de la abadía, el silencio fue aplastante. En cada esquina, presentaron al soberano al pueblo, preguntando si deseaban rendirle Homenaje y Servicio.


Jorge llegose hasta el altar para llevar a cabo el juramento. Puso la mano sobre la Sagrada Biblia y juró, en voz alta, cumplir las leyes y regirse por las de Dios. Después, con paso seguro, se dirigió hacia el sillón de la coronación para la unción.


Abandonado el manto de la ceremonia, Jorge tomó asiento. Cuatro caballeros de la orden de la Jarretera sostuvieron un paño de tela de oro sobre él. De la ampolla en forma de águila, el arzobispo vertió el óleo sagrado a través del pico del ave, en la cuchara. Luego, introduciendo los dedos en el aceite, ungió al soberano en la cabeza, el pecho y las manos, haciendo la señal de la cruz.


Peter Conery miró de soslayo el rostro apacible de su esposa mientras el soberano era vestido con ropas sencillas, sin mangas, conocidas como el Colobium Dondonis, similar al roquete de los obispos y una túnica hecha de tela de oro. Por último se puso la faja de la espada y volvió a tomar asiento. Jorge recibió las espuelas que simbolizaban la hidalguía. El arzobispo le hizo entrega de la espada enjoyada y él regresó al altar. El acto, conocido como la oblación de la espada, era uno de los más significativos.


Luego, Jorge recibió los brazaletes de la sinceridad y la sabiduría, se levantó y aceptó el Manto Imperial. El arzobispo colocó la mano derecha del soberano sobre el orbe.


-Recibid este orbe colocado debajo de la cruz y recordad que el mundo entero está sometido al poder y al imperio de Cristo, el Redentor.


Jorge aceptó el anillo de la coronación –emblema de la dignidad real-, que le fue colocado en el cuarto dedo de la mano derecha. Y aceptó también los guantes y el Cetro con la cruz que simbolizan el poder y la justicia reales, tomándolos con la mano derecha. En su mano izquierda, el Cetro con la paloma gritaba ya al mundo su equidad y misericordia.


Connery escuchó el suspiro de Mariam cuando el arzobispo de Canterbury, habiendo bendecido la corona de San Eduardo en el altar, la sostuvo un momento sobre la cabeza del soberano. Despacio y reverentemente, se la colocó.


El gran salón de la abadía estalló en un jubiloso “Dios salve al Rey”. Todos y cada uno de los príncipes y pares se pusieron a su vez sus pequeñas coronas y bonetes. Las trompetas comenzaron a sonar y, a lo lejos, el pueblo aclamó al nuevo monarca.


Connery dejó escapar el aire retenido durante al acto final, mientras rezaba para que aquel hombre que había tomado las riendas de Inglaterra, supusiera también la liberación de su pueblo.


Las sesenta salvas retumbaron en las paredes de la abadía saludando a Jorge III desde la Torre de Londres. Y el aire se llenó de olor a pólvora, como el presagio de vientos poco favorables.


(Extracto del primer capítulo)


10 comentarios:

Anabel Botella dijo...

Se me había escapado la sinopsis, pero aquí estoy. Por lo que he leído, está bien. Tendré que esperar al siguiente extrato para situarme mejor.

Carolina dijo...

Uyyy, qué ganas, pero quéeeee ganas de leeerla enteritaaa!!!
Besos irlandeses coronados de orgullo...

Alicia.D dijo...

quiero leerla yaaa:).Me encanta!!!
besitossss

Lola Rey dijo...

Bueno, nos trasladas a otra época totalmente distinta de las de tus novelas anteriores....eres una todoterreno. Me dejas deseando saber más de esta nueva novela

Nieves Hidalgo dijo...

Van a ser solamente un par de capítulos, siento no poder colgarla entera, pero ahora no tengo tiempo.
Prometo que pronto tendremos otra.

Besos, preciosas.

Anónimo dijo...

Nieves solo dos????? ayyyyyyyyyyyyyyyyy bueno....lo entiendo, pero nos dejas con unas ganas de más.... ja ja ja
besotes Marta

Bego dijo...

Hola amiga Nieves, después de algún tiempo pasando deprisa y corriendo hoy hago una pausa y te dejo comentario, no creas que no paso a visitarte, ni por equivocación se me ocurriría; paso, leo y sigo corriendo por falta de tiempo.
Últimamente el tiempo no me da para estar por los blogs todo lo que me gustaría.

En cuanto a este extracto te diré que yo no soy mucho de historia, pero como tu la relatas me hace leerla.

Te dejo un cariñoso abrazo y el deseo de que tengas una feliz semana.

Nieves Hidalgo dijo...

Marta, lo siento, pero es imposible colgar ahora más. me falta tiempo.

Bego, preciosa, no te preocupes, te entiendo porque estoy igual que tú, sin tiempo para respirar. Pero sé que te tengo ahí.

Mil besos a las dos

Carolina dijo...

Madrinaaaaa, que ya he publicado otro capítuloooo (lo que me ha costao, joé).
Besos de celebración (toy medio p'allá por culpa del sake...)

Nieves Hidalgo dijo...

¡Ya era hora, pedazo de vaga! jajaja
Allá voy.

Besooooooooooos